Cuando un país tiene trabajo para casi todos sus habitantes, la remuneración al desocupado no tiene mayor importancia, por su escaso volumen. En cambio, cuando el desempleo es grande, deteriora la Nación y reclama nueva fórmula que ampare, sin dañar, la economía del Estado.
No es sensato abonar millones y millones anuales sin que ese dinero no sea útil a la comunidad. Esta situación se agrava en el Uruguay porque es evidente la peligrosa tendencia antisocial y demagógica de defender el ocio y de buscar el alivio, alarde de la viveza criolla. De esta manera, hay desocupados que no son tales, pero cobran el seguro. Ejemplares robustos, sanos, ingresan a sanatorios con lesiones autoprovocadas para ganar el jornal, sin sudor, aunque duela. Hombres jóvenes y fuertes venden baratijas en las veredas de 18 de Julio, én tarea propia de mujeres y ancianos. Formas cada vez más censurables y hasta delictivas, de una picardía sin el severo correctivo en leyes, reglamentaciones, ni en el repudio popular.
CIFRAS INCREÍBLES
Las leyes que no están inspiradas en la justicia social y que obedecen a móviles proselitlslas, muestran en la realidad, el signo infecundo que Ies dio alas. Ejércitos de gente Inmóvil señalan el enorme error cometido y muestran cuán beneficioso sería que se dinamizarán en provecho de la colectividad, extirpando las formas parásitas de ayuda. Solidaridad sin limosnas, nos lleva a expresar la convicción de que el Estado no debe sustituir a las empresas cuando una industria está paralizada y abonar jornales perdidos o parte de ellos. En la actualidad se pagan 12 salarios mensuales. ¿A cuántos obreros? Desde marzo de 1959, nada menos que a 52.9551.
La cifra da pavor. Frente a ella, ante el enorme gasto que se ha hecho sin que se transformara en obra útil, cabe reflexionar serenamente, para llegar a la conclusión de que un Estado pobre, no puede permitirse ese lujo, cuando todos los días se le señala, con razón, lo que no ha hecho por falta, precisamente, de brazos. Su responsabilidad no debe ir más allá de proporcionar trabajo. Si las empresas privadas no lo dan, debe organizar el empleo de todos los que cesan en su tarea, cuando estaban cumpliéndola correctamente.
Los lectores se darán cuenta las gigantescas obras que se hubieran podido realizar en cuatro años? Más de 30 millones de horas-trabajo han quedado perdidas de esta manera! A esta astronómica cifra se llega con los doce jornales mensuales que ahora percibe un obrero, sin hacer nada, durante cuatro meses antes y desde hace unos meses, durante medio año. Fíjense que nos estamos refiriendo a cincuenta mil hombres, buena parte de los mejores brazos que tiene el país de 3 millones de habitantes y uno de votantes, incluyéndose en ese último los ancianos que no deben ser tenidos en cuenta en los porcentajes.
La pérdida no se limita a ese fantástico número de horas, con los que se podrían levantar brazilias; no hay que olvidar que el trabajo es una costumbre, una rutina. Cuándo el hombre pierde el hábito, la voluntad no siempre es tan fuerte como para ordenar que se retome el camino laborioso. El “dolce far niente” es tentador y hay mucha gente que lleva años sin trabajar, sin buscar trabajo que además, el Estado no ofrece.
PEONES, NO ARTESANOS
Si en nuestro país hubiera mano de obra altamente especializada, como en Europa y Estados Unidos, podría explicarse parte de ese desempleo. Y el afán lógico de trabajar en lo que se sabe. La vocación pega muy fuertes tirones, cuando estamos haciendo una tarea que no nos gusta o que no sabemos. La artesanía nacional está constituida por una minoría que halla ocupación inmediata. Los expertos no abundan y son codiciados. ¿No es entonces absurdo que un jornalero común, pase cuatro años sin “hallar” trabajo? Aquí, la mayoría son peones, hombres útiles para todo que hacer y hay millares y millares con los brazos cruzados, tomando mate en sus casas, jugando en el boliche de la esquina y bebiendo amargas. ¿No hay acaso carreras de caballos y partidos de fútbol en días y horas hábiles?
En Estados Unidos, el Gobierno otorga a los realmente parados, una cantidad que basta para “no morirse de hambre”. Apenas exista un trabajo se les llama y deben concurrir, cualquiera que fuere. De lo contrario, perderán el derecho a percibir la pequeña suma. Es común que obreros de una zona alejada vayan a trabajar a otra muy distante. Se les paga el transporte y el hotel, y se les respeta toda la remuneración.
UNA BREVE HISTORIA
El Seguro de Paro está atendido por la Caja de Jubilaciones de la Industria y Comercio que no se ha mostrado competente ni diligente en el cumplimiento de su cometido específico. Es indudable que esta nueva carga la desborda. La lentitud, que es su ritmo, sólo avivada por los famosos “pronto despacho”, fue ganando el nuevo servicio y de entrada, nomás, pese a que había dinero disponible, los expedientes demoraron hasta medio año, con lo que el carácter urgente del amparo se perdía en el trámite.
El 15 de enero de este año, se estableció un nuevo sistema de afiliación que restableció el orden y limitó a dos meses, como máximo, el período de espera, con tendencia a hacerlo bastante menor. La pérdida de expedientes, bastante común, se ha resuelto mediante planillado de entrada de beneficiarios. Todo parece suponer que se ha encarrilado la prestación de este servicio que funciona en Piedras y Zabala, donde hemos observado ritmo ágil y local inadecuado. Los sábados se pagan más de dos millones de pesos a miles de desocupados. Los demás días también se abonan sumas de importancia.
METODOS DELICTIVOS
La falta de una reglamentación con severos controles, permite, cuando no, la burla de la ley. Aquí ya es refrán muy sabido que, hecha la ley hecha la trampa. Es común escuchar que existen casos en los cuales los empresarios salen beneficiados. Mandan a acogerse al seguro, a muchos obreros, y los mantienen trabajando con poco jornal, ganando la diferencia de éste con lo que fija el latido. Otra forma delictiva se explota con la incentivación. Hay empresas que reclaman trabajó a todo vapor durante seis meses y cuando han producido el stock suficiente, despiden a sus obreros para que los proteja la ley, perjudicandolos en el aguinaldo obligatorio, por menos tiempo contabilizado. Como el seguro es por seis meses, vuelven a tomar al año siguiente por igual lapso, repitiendo la maniobra.
En cuanto al trabajador mismo, es notorio que muchos siguen cobrando él seguro de paro y no denuncian que lograron otra ocupación estable o de zafra. No queremos decir con esto que no haya muchísimos obreros honrados que hacen las cosas bien. Lo mismo que hay empresas que se ajustan estrictamente a las normas legales. Lo que tiene enorme gravedad es la existencia dé un “modus operandi» que deteriora la institución del seguro de paro que debiera ser sagrada para todos. Una ley que reclama a gritos, su derogación, por su esencia no dinámica ni de utilidad pública. Además de los defectos que encierra, engendra vicios y delitos que siguen tolerándose en la más completa impunidad.
EN ASIGNACIONES FAMILIARES
La Caja de Jubilaciones no debe administrar fondos destinados al trabajador en actividad. Tiene de sobra con las pasividades. La institución que debiera tener a su cargo el seguró de paro —si se insistiera con él— es el Consejo Central de Asignaciones Familiares. Ya se ha proyectado —desde noviembre de de 1961— en la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Representantes. Un nombre más ajustado a sus funciones ya circula: el Consejo Central de Seguridad Social.
A nuestro juicio, está bien la iniciativa dé éste cambio, pero dándole al seguro de paro el carácter de seguro de trabajo. Solamente gozaría de aquél, quien no pudiera lograr ocupación privada u oficial. Una Bolsa de Empleo, muy alerta, rápida, vigilante, agotaría las posibilidades de ubicar siempre, a un parado forzoso. Un régimen eficaz de asistentes sociales, ampararía más que al obrero, a su familia; sabría las reales necesidades de ésta, si le llegan los arbitirios o se los gasta el atributario antes de llegar a su casa, como también si tiene otra labor no confesada.
Las Cajas de’ Asignaciones Familiares, ya tienen a su cargo, parte del servicio que el Estado presta al desocupado. La ley le ha dado una obligación difícil que daña sus reservas porque no está financiada. Por medio de sus 37 organismos; distribuyó en 1962 la suma de $10.842.296 a desocupados. Como carece de medios conducentes a saber el destino correcto de este dinero, ignora si se volcó realmente en los hogares. La creciente masa de desocupados, gravitará en forma alarmante en la Caja de Jubilaciones y en Asignaciones Familiares. Nos parece cuerdo asistir a todos ellos, pero dándoles destino dinámico, benéfico para sí y para la colectividad que los ampara, sin llegar a esta especie de anticipada jubilación a toda una muchedumbre juvenil que hoy hace cola para cobrar lo qúe no ha ganado.
EN OBRA UTIL
En la conservación de carreteras, en la construcción de escuelas y liceos, podría tener perfecta ubicación esta falange infinita de cruzados de brazos. Se calcula que unos 300 desocupados por día registran sus solicitudes. Unos, pidiendo el seguro total. Otros el parcial, ya que el régimen y las modificaciones introducidas el año pasado a la ley del 23 de octubre de 1958, establecen sendos derechos. De 12 salarios mensuales de acuerdo al laudo y del 50% de la diferencia entre el salario que efectivamente percibe el trabajador y el que le correspondería si el tiempo trabajado en el mes, llegará a un 7.5% de la actividad habitual de la empresa en épocas normales. Si la reducción del trabajo oscila entre el 25 y el 79% con relación a la jornada legal, el desocupado tiene derecho a percibir el 50%. Si es mayor la reducción, se le abona un 25% de la diferencia entre los jornales trabajados y el 75% de los que debió percibir.
El desocupado total y el parcial cobran la misma suma cuando éste ha trabajado 42 horas en el mes. Después, los porcentajes tienden a favorecer a quien no trabaja creando una situación muy discutible. En suma, muchas sutilezas que bien podrían aplicarse en función del trabajo y no de la inercia improductiva que daña física y espiritualmente al hombre que pierde hábitos de labor y se acostumbra a estabilizarse en el menor esfuerzo o en la molicie total. Entre otras iniciativas interesantes, sugerimos la construcción de viviendas para los mismos desocupados. ¿El hornero no arquitectura su propio nido?
¿No se podrían haber formado ya varios barrios obreros, utilizando las horas que se les abona sin trabajar? ¿existen 9000 terrenos baldíos en Montevideo y el Municipio podría facilitar su utilización precaria, por parte de los desocupados. Sus propietarios recibirían oficialmente la seguridad de que dispondrían de ellos apenas los necesitaran para edificar. Estos agricultores urbanos hasta podrían formar una cooperativa hortícola de producción que empezaría por abastecer sus hogares, para después dar preferencia al vecindario. Hasta estéticamente, Montevideo ganaría mucho. En vez de yuyos y basurales, jardines y huertas.
MANEJOS CON EL FONDO
La Caja de Jubilaciones ha dispuesto indebidamente del Fondo de Seguro de Paro, para abonar jubilaciones y hasta prestar plata a otros organismos públicos. Sabido es que tiene más de 105 millones de pesos prestados a sus funcionarios para casa propia, para el mobiliario, hasta para adquirir discoteca y libros, etc. No consideramos censurable todo esto, sino que se obtenga con dinero que la ley le ha dado específicamente otro destino. En octubre de 1961, cuando la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados estudiaba modificaciones al Seguro de Paro y sus transferencia a Asignaciones familiares, en la convicción que compartimos de una mejor administración, se supo que el Fondo de 70 millones ya no existía. Sólo habían 30, porque los 40 restantes se aplicaron al pago de pasividades (13) y a préstamos diversos (27).
Desde aquella fecha, el Fondo se ha acrecentado mucho. No se han dado cifras oficiales, pero si las versiones se siguieron haciendo normalmente, tiene que haberse duplicado casi. Con los apremios que pasa la Caja de Jubilaciones, a la que le adeudan sumas fabulosas los organismos del Estado, ¿habrá respetado un caudal que administra pero que no le pertenece? Si no hubiera otras razones para que el Seguro de Paro sea prestado por Asignaciones Familiares, este riesgo bastaría.
EL MONTO DE LOS JORNALES
Desde 1959 a noviembre de 1962, el derecho del desocupado a percibir jornales se extendía durante cuatro meses. Ahora son seis meses. Quiere decir que debe trabajar otros seis, como mínimo para ganar nuevamente ese derecho. Estos lapsos han sido estudiados por empresas inescrupulosas, haciéndolos jugar en su exclusivo beneficio. Hacen rotar grupos de jornaleros de modo que siempre tengan la fábrica en producción, pero, cada medio año, los despiden y el Estado los mantiene por igual periodo. Cuando hay trabajo suficiente, los llaman y subrepticiamente los emplean pagándoles la diferencia entre los 12 jornales y los 24 del mes a ocupación plena. En cuanto a los parados parciales, antes percibían el seguro durante cuatro meses. Ahora, se eliminó el requisito. Se les abona durante todo el año. También hay engaño al Estado: maniobras diversas que por falta de inspectores, no es posible comprobarlas. En la actualidad, no hay jornales menores de 40 pesos. Como el seguro de paro acoge también a empleados, no hay tope alguno. Se divide el sueldo por los días hábiles y surge así el salario que no pocas veces sobrepasa los cien pesos.
LO QUE EL PARO SE LLEVO
En 1959, se abonaron $ 103.863.85, desde marzo; en 1960 se llegó a pesos 3.940.179.10, que en 1961 alcanzó a $ 7.758.934.91. El año pasado, se pagaron $ 16.690.950.92 y el año que transcurre, los cálculos hechos hasta fines de mayo, igualan casi el total de 1962. Si en cinco meses se fueron 15 millones de pesos, en los doce, es fácil pronosticarlo, máxime si en el cálculo tenemos en cuenta la desocupación creciente.
Hace pocos días, un diario editorializaba sobre la crisis de industrias y comercios, vaticinando para julio, más de cien mil desocupados, o sea el doble de los que ya han sido amparados por el Seguro, desde que se estableciera. El sábado 19 de junio se abonaron dos millones largos de pesos. Enormes “colas” como las que documentan las imágenes que acompañan esta nota, muestran la realidad desnuda. Hombres y mujeres, en plena etapa de productividad, se acogen, como es lógico, a la ley. ¿Esos derechos podrán ser respaldados hasta cuándo, si la situación general continúa empeorando?, Y aunque mejore, ¿no es lógico dar un vuelco total a esta iniciativa que puede rendir, sin disimularla, grandes beneficios a la comunidad?
Amparo al obrero, más aún al hogar, con beneficio para todos en función de las obras públicas que deben y pueden realizarse con el mismo dinero.
Publicado en Mundo Uruguayo, año 1963