Pierre Fossey

Hubo un tiempo en que los cronistas viajeros eran los mejores retratistas de ciudades, paisajes y culturas. Muchos de ellos han pasado a la historia y gracias a su trabajo podemos conocer cómo era el mundo en tiempos en que no existía la fotografía y en la cabeza de nadie cabía la idea de que cualquier persona con un celular perpetuara lo que Henry Cartier Bresson definió como «el instante y la eternidad». Al comenzar la década de 1940, llegó a Uruguay un pintor francés que tenía dos características notables: su talento para el dibujo y la pintura y su afán de recorrer el mundo para plasmarlo en lienzos y acuarelas. Su nombre: Pierre Fossey.

Rondaba entonces los 40 años (nació en 1901) y no se sabe con precisión cuándo recaló en Montevideo; sí que llegó previo pasaje por Buenos Aires y tras los pasos de una mujer, Itumelia García, con quien se casó. Desembarcó con su mayor y casi único capital, una valija con pinceles y pinturas y su habilidad reconocida para pintar con igual maestría un retrato al óleo, una acuarela de un edificio o de un paisaje urbano. De hecho, venía de hacerlo con gran suceso en Buenos Aires y antes, mucho antes, en Francia, Italia y Australia.

Cabe decir que Pierre Fossey fue ciertamente un hombre de mundo, o quizás cabría calificarlo como un «hombre del mundo», porque desde muy joven se dedicó a recorrer los países y las regiones más variadas. Su vocación andariega no impidió que en cierto momento echara el ancla en Montevideo, no para detener su actitud viajera, sino apenas para definir un sitio al que le resultara agradable volver entre un viaje y otro. Montevideo lo deslumbró por su arquitectura europea, su temperatura humana, y su variedad de paisajes urbanos, condicionados por la presencia del Río de la Plata, por su variada vegetación, y por la arquitectura de sus edificios más representativos, subsidiaria de tendencias francesas, norteamericanas y coloniales.

Sus inusuales cualidades fueron demandadas insistentemente por empresas, bancos, organismos públicos y particulares. Pasó a ser ilustrador gráfico de periódicos, y en especial explayó su arte en el clásico suplemento dominical de El Día. También publicó varias recopilaciones de sus trabajos sobre Montevideo, finas y exhaustivas miradas sobre la ciudad. En muchos casos él mismo se encargó de los prólogos, escritos con estilo limpio, afabilidad y espíritu vivo. Las autoridades municipales de la época tomaron una sabia decisión: financiar algunas de estas ediciones, y editar decenas de sus láminas de esquinas montevideanas y reconstrucciones de Montevideo antiguo que Fossey realizaba a partir de fotografías y otros testimonios visuales.

En 1965 la Intendencia Municipal de Montevideo le solicitó que tomara a su cargo un curso de dibujo y pintura en la Casa Municipal de la Cultura del Prado, que Fossey dictaría hasta su muerte. Un dato poco conocido es que durante las clases, se dedicó a pintar al óleo los retratos de figuras de la política y la cultura nacional y universal, entre ellos José Gervasio Artigas, Joaquín Torres García, F.J. de Goya y León Tolstoi. En los largos tiempos vacíos de esas clases retrató también, con extraña fidelidad, a todos sus alumnos. Más adelante, según asegura el bibliófilo y ex director de la Biblioteca Nacional, Luis Alberto Musso: «inauguró en el Hotel del Prado una Academia Libre de Bellas Artes al estilo europeo, donde inició a sus discípulos en las técnicas propias de estas bellas artes».

Su cariño por el Uruguay lo llevó a gestionar la carta de ciudadanía, la cual le fue otorgada en el año 1956. Durante estos años, fue contratado en forma recurrente por bancos y empresas para ilustrar las instalaciones de sus edificios monumentales. También salieron de su pluma las imágenes de las casas fundacionales de balnearios recién fraccionados, y hasta las tapas de los discos de vinilo que algunas empresas editaban en conmemoraciones especiales. Familias adineradas hicieron uso de sus servicios para retratar sus residencias de estilo. La Comisión Nacional de Turismo, por su parte, le encargó la elaboración de álbumes paisajísticos del interior del país, lo que le permitió recorrer y registrar lugares de valor histórico y turístico, como el Parque de Vacaciones de UTE, en los alrededores de la ciudad de Minas.

Fossey falleció en Montevideo el 22 de julio de 1976, víctima de un infarto de miocardio. Su esposa sobrevivió hasta 1999. Más allá de un par de homenajes post-mortem, la prensa se ocupó muy esporádicamente de él, y su familia vio cómo se extinguía lentamente su fama. Apenas cabe mencionar un homenaje que se le realizó en la Sala Laura Cortinas del Ateneo de Montevideo, el 17 de julio de 1981, a cinco años de su muerte.

Como los cronistas de indias o los pintores viajeros, dejó un legado imprescindible de dibujos, acuarelas y óleos que sirven para mantener viva la memoria arquitectónica de un Montevideo que no lo olvido.

Base de los Articulos de el Pais: Punta en la paleta de un francés y Suplemento Cultural del El Pais

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Calle de Pierre Fossey en el Prado:

 

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