Es un rincón espacioso del antiguo parque, donde la frondosa arboleda luce la floración de las acacias y se irguen los tallos de empenachadas palmeras. La brisa leve llega de la playa vecina, en cuya orilla juegan su incesante vaivén las aguas del gran rio. Muy cerca, el lago recoge en cada margen las imágenes del castillo y del Pabellón de la Música.
En esta mañana de sol, deslizanse los cisnes arrogantes, abren sus abanicos los pavos reales refugiados en las islillas y las palomas bullangueras disputan los granos con que las atraen los niños entre sus manitas. En la distancia, hay colorido de azulejos del patio español y música y giros de calesas. Sobre extendida alfombra de gramilla, cruzada por senderos recién formados, de los que emana esencia de alquitrán aun no solidificado, va apoyándose el Monumento a Rodó , creado por José Belloni.
El artista esta allí, junto a los obreros predilectos. Su larga y blanca barba no quita vigor al recio físico. El andar firme de sus piernas y el mover enérgico de los brazos denuncian la fortaleza de su vida; de la frente ancha e iluminada y de los ojos pequeños y vivaces, que para la contemplación parecen agrandarse y para el pensamiento se cierran como en el sueño, emerge su palpitante espíritu.
El volumen de granito y bronce se recorta en el verde del follaje y en el azul del firmamento. Los cinceles trabajan aun en la piedra y los sopletes hunden su lengua de fuego en el metal. Belloni ha creado el Monumento a Rodó , considerándolo algo así como una apoteosis a Ariel, que evoca con rasgos arquitectónicos la obra cumbre del pensador y progresista.
En la limpia fuente se reflejan los bajorelieves de «Mirando jugar a un niños»
Juntos nos sentamos en un banco próximo, al resguardo de los rayos del sol. Pasa el pañuelo sobre las sienes que el sudor ha humedecido y calma su agitado pecho. Mira su obra desde lejos, dominándola en conjunto, quizás preguntándose íntimamente si la maestría de sus manos ha dado forma perfecta a su inspiración artística. Luego nos habla, con clara entonación…: «—En el eje del monumento surge de la materia árida y fría, el genio de Ariel y ella va transformándose por la sola virtud de su espiritual presencia, en fuerza del Bien y anhelo de cultura, sintetizado en una aspiración de vuelo. Las alas no están bien definidas en el granito; las representan esas curvas que ascienden y se diluyen en la piedra…»
La descripción, que aumenta en detalles y crece en intensidad, va revelando el alma y el esfuerzo del artista. Cuando ya termina, le preguntamos: ¿Usted conoció a Rodó? Y nos contesta: «—No tuve vinculación con él. Conversamos una vez, antes de su partida para Italia, sobre un retrato que le había hecho el pintor Barthold… Aquel hombre, que tan hermosas cosas escribió sobre arte, confesaba en aquella oportunidad que nada sabía sobre él…!
En una ciudad pequeña de la Eubea, la palabra de Endimion, un evangelista de quien nada se sabe la historia, toco el corazon de seis paganos, que un dia partieron a propagar su fe siguiendo la ruta de Alejandro…
Agenor, ciego de afan, se adelanta a sus compañeros: Nearco, Idomeneo, Lucio, Merrion y Adimanto.
Al pie del block y a su costado, dos grupos escultóricos representan parábolas de Rodó: «La Despedida de Gorgias» y «Los Seis Peregrinos». Eduardo Vernazza, nuestro compañero, escribió hace un tiempo sobre ellos: «Se evoca a Gorgias, incitando a sus discípulos a la búsqueda de la verdad perfecta, a la verdad superior a su misma verdad, aún cuando destruya su propia enseñanza. Gorgias va a morir y hay infinita nobleza en el gesto, porque sabe que en una sola vida no puede caber la única perfección del Bien y del Saber. El ansia de la perfección es la copa de luz que brinda generosa a los discípulos, en el instante en que su espíritu se prepara a penetrar en la Sombra. El artista interpreta este momento, expresando la sublime serenidad. Es un brindis a la renovación luminosa del espíritu: «Por el que venza con honor en vosotros»…
La parábola -Los Seis Peregrinos: se desarrolla en armonía con La primera. Es el instante en que inician la marcha, poseídos de fe, impulsados por la vocación, que en el camino de la humana vida se detendrá en otros sueños para señalar a cada uno su propia Verdad. Agenor, ciego de afán, se adelanta ya del conjunto… otro se detendrá luego frente a un herido que debe curar… otro pasará por un viñedo y creerá necesario ayudar… hasta embriagarse. El Destino marcará a cada uno la ruta profunda de su verdad». Todo el pedestal que sirve de base a estos grupos está rodeado de leyendas alusivas, formando un relieve que lo contorna en linea decorativa. Se destaca, en primer término y bajo la tutelar presencia de Ariel, el busto de Rodó, cuya personalidad está encarnada, a la vez, en todo el monumento.
– Maestro ¡por quien te venza, con honor, en nosotros! – dijo Leucipo…
-¡Por ese! dijo Gorgias: y mantenida en alto la copa, sintiendo ya el verdugo que venia, mientras una claridad augusta amanecia en su semblante, repitio: -¡Por quien me venza con honor en vosotros!…
La parte posterior está decorada con bajorrelieves que interpretan, en tres momentos sugestivos, la parábola «Mirando jugar a un niño». El espejo de una fuente refleja lineas y figuras.
Montevideo, con la magia del mismo escultor que modeló «La Carreta», «Barón de Maua», «Dr. Luis Morquio», «Guillermo Tell’, «El Aguatero». «María Eugenia Vaz Ferreira», «Blanes», rendirá homenaje a la obra de José Enrique Rodó. Lo hará en el corriente mes de febrero (1947), en circunstancias en que la presencia de cordiales mensajeros de pueblos hermanos, venidos para asistir a las ceremonias democráticas de cambio de gobierno en el Uruguay, exaltará su significado cultural y hará trascender su valor por toda América.
Mario G Bordoni.
En el bloque central, tras el busto de Rodo, surge de la materia arida y fria el genio de Ariel…
Vista general del monumento antes de ser inaugurado en 1947
Esta nota publicada el domingo 2 de febrero de 1947 en la revista dominical de El Dia nos cuenta los últimos detalles que Belloni le estaba dando al monumento a Rodó previo a su inauguración el 27 de febrero de 1947.
El monumento que se encuentra dentro del Parque Batlle se encuentra en muy buen estado de conservación y limpio (año 2018). José Enrique Rodó nació en Montevideo en 1872. Escritor y filósofo, llegó a ser uno de los primeros estilistas de la lengua hispana y ha sido llamado con justicia maestro de la juventud de América, Entre su fecunda producción literaria, se cuentan libros de relieve continental, tales como «Ariel», «Motivos de Proteo», «El Mirador de Próspero», Fué profesor y alcanzó a ocupar una banca de Diputado nacional. Viajó por Europa y hallándose en Italia, lo sorprendió la muerte en el año 1917.