El Liceo Miranda es el único de esta serie cuyo anteproyecto fue concursado públicamente. La actuación de Carlevaro como arquitecto y De Pró como representante de Secundaria en la asesoría del concurso fue determinante en cuanto a la generación de unas bases que recogieron la experiencia previa desarrollada por la Oficina de Arquitectura del MOP y la visión del sistema educativo en ese momento, sentando las bases del futuro desarrollo del programa entre 1954 y 1972.
Arq. Acosta, Brum, Careri y Stratta
Fecha de realización: 1956
Ubicación: Prof Carlos Bacigalupi 2244
El edificio ocupa una manzana de menores dimensiones a las tradicionales y se estructura en “U” en los primeros niveles, y en “L” en los pisos siguientes. Los volúmenes están alineados a los límites de la edificación generando un borde de manzana cerrado, característica morfológica de la zona que a su vez permite cierta intimidad a la vida del liceo, exceptuando la esquina norte donde se ubica el patio. A su vez alcanza alturas similares a las predominantes en el sector, con una volumetría acorde a la escala urbana del contexto. Todos estos rasgos contribuyen a una muy adecuada inserción urbana.
Si bien la organización en “U” podría remitir al tipo patio, el tratamiento de los volúmenes diferenciados, la fragmentación del todo en partes y el lenguaje adoptado con fuertes rasgos corbusieranos, manifiestan un cambio conceptual. Junto a la depuración formal, la relación forma-función y el abandono total de rasgos historicistas, el proyecto da cuenta de forma clara y contundente de una nueva arquitectura, de un quiebre, en una creación paradigmática.
Algunas digresiones y pequeños giros permiten la variación y un interesante contraste evitando una geometría estricta. Los distintos cuerpos articulados, cambian su expresión formal de acuerdo con las funciones que aloja. La utilización de colores primarios en contrapunto con los neutros, un ritmo diferenciado de fachada con control y diseño de las aberturas, los parasoles, las diversas texturas, dan cuenta de una transformación del lenguaje.
En uno de los patios se encuentra un relieve realizado en chapa y chatarra que lleva la firma de TTG y cuya autoría se atribuye a Augusto y Horacio Torres. Esta situación de integración de las artes a la arquitectura, que continúa la iniciada por Las Piedras y Dámaso entre otros, da cuenta también del vínculo que la arquitectura tuvo en la década del 1950 con el TTG y la enorme influencia que este ejerció en la generación de jóvenes arquitectos que estaban actuando en este periodo como Acosta, Brum, Careri y Stratta.
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