La foto que cuenta algo

Dicen que la fotografía es el arte y la técnica de obtener imágenes duraderas debido a la acción de la luz. Pero una fotografía es mucho mas que eso, la fotografía inmortaliza un instante y si bien no tiene movimiento ni sonido nos cuenta muchas cosas. Hoy traemos una entrega de fotografías de montevideo en el año 1960. Cada fotografía va contar un poquito de como se vivía en ese montevideo, quizás para muchos no muy lejano en el tiempo.

El Misterioso ser del Obelisco

Los transeúntes del Parque de los Aliados en un soleado mediodía de la semana pasada creyeron ver mal, cuando pasaron junto a la fuente del Obelisco y divisaron a un extraño ser que emergía de las aguas.

Pero no era un monstruo desconocido ni un argonauta equivocado. Se trataba simplemente de Bolívar Sozo Herrón, un joven ingeniero flamante, al que sus condiscípulos estaban sometiendo a la ordalía tradicional que sigue a la graduación. Y con su pintoresca tenida -toca académica, carteles en latín y ropas menores— el nuevo ingeniero fue inmortalizado por nuestro fotógrafo.

El Cuida Coches

El tránsito del sábado a mediodía se acumulaba en la conjunción de 18 de Julio y Agraciada, y los automovilistas que «parqueaban» en la explanada estaban dando mucho trabajo al cuidador. Este, famoso en la zona por su parsimonia, no se preocupaba mucho por los apuros ajenos.

El fotógrafo fue un buen pretexto para seguir demorando, mientras la joven dama esperaba con resignación por su automóvil. Esta típica escena de Montevideo, una ciudad donde el cuidador de autos es el tradicional (y cordialmente aceptado) tirano de todo aquel que maneje un vehículo, «cuenta algo», sin duda.

El cabezudo agradece a los niños

La enorme reverencia del cabezudo es tosca y acartonada como su propio mascarón. Sin embargo los niños del corso son capaces de ver en ella, el saludo amistoso de algún monstruo de pesadilla, de algún gigante de cuento por primera vez vivo y tangible. Los cabezudos, que también tienen su corazoncito, lo saben y les dedican sus mejores inclinaciones y sus mejores sustos.

Posiblemente, profundos conocedores de nuestras fiestas, saben además, que cuando el Carnaval desaparezca de la imaginación de los niños, habrá muerto definitivamente.

El hincha de Peñarol

La guitarra no tiene cuerdas. El cantor no tiene voz. Pero igual ambos se acompañan y complementan en las ruedas de copas de las madrugadas, en el cajón de la feria, en las puertas de los boliches. Los días que juega Peñarol, guitarra y cantor reanudan su dialogo en el talud de la Colombes y tratando de no perder detalle del partido, procuran en todos los huecos de tiempo, ganar la batalla de la subsistencia diaria.

Ambos integran sin saberlo la imagen del payador moderno, sin indumentaria gauchesca, sin temor de mostrar su afición deportiva, y aun sin voz y sin cuerdas en la guitarra. O tal vez simbolizan un arte olvidado y derrotado.

El Monumento de Blanes

Una vieja idea municipal, no demasiado feliz, ubico a Juan Manuel Blanes frente a la plaza Independencia y en una especia de zócalo casi a nivel de la calle, donde la escasa imaginación del escultor y la proximidad del bronce contribuía a que el pintor de la Patria perdiera la majestuosidad necesaria a las estatuas.

Cuando perdió también la paleta que le había sido colocada en la mano izquierda (a raíz de un hurto), Blanes -que esta situado frente a una terminal del transporte- comenzó a ser llamado popularmente «El monumento al hombre que espera el ómnibus», y las interpretaciones satíricas se multiplicaron.

Esta fotografía aprovecha otro angulo de la infortunada obra de arte, y muestra al artista observando con gesto iracundo el dialogo ciudadano de un lustrador y su cliente, que no prestan la menor atención al hombre que pinto «El Desembarco de los Treinta y Tres Orientales».

La Semana Criolla

La Semana Criolla acostumbro a los gauchos a venir a Montevideo, y en cualquier yerra puede encontrarse a domadores expertos en las combinaciones de la linea 82 para ir al Prado, y capaces de señalar en que restaurante de la Capital se sirven las mejores milanesas. Pero al hombre de campo siempre le faltará algo en la ciudad, que lo encierra entre altos edificios y vehículos con olor a nafta.

Este paisano, a punto de volver a sus pagos, se sentó un rato junto a las canteros de la Plaza libertad, oprimido por el paisaje vertical de Montevideo y soñando seguramente con los horizontes ilimitados del Norte. Sin darse cuenta del fotógrafo, compuso además una expresiva imagen de esa síntesis de ciudad y campo que es Uruguay.

Spencer Quiroga

Parece una foto posada. Parece, incluso, una escena tomada con cámara lenta. En cambio, es una incidencia del ultimo partido entre Peñarol y Racing y documenta la agresión mutua entre Quiroga y Spencer. Aparte de las inevitables y filosofieras reflexiones acerca de la corrección deportiva que puede surgir, la foto es, sobre todo, un muestrario de actitudes.

Quiroga se cubre la cara, pero Spencer ha aprendido por propia experiencia, que en los entreveros, el golpe mas efectivo es el puntapie y sonríe ante su seguro éxito. Custodio (de boina) muestra su asombro, Roberto García intenta detener el brazo (pero no la pierna) de Spencer. Moreno observa fascinado. Y el juez Llanes trata de ver que pasa. Ninguno fue expulsado.

Meditación en la calle

Es cerca de mediodía y el negocio no marcha satisfactoriamente. Pero su larga experiencia de la calle ha enseñado al pequeño comerciante que hay que tomar las cosas filosóficamente. Un día malo puede ser compensado con otro mejor, mañana. Simplemente (como aprendió rodando por tantas esquinas), fuma con madura resignación, componiendo la paradojal imagen de un niño que está aprendiendo demasiado rápido a ser hombre.

Lilian de compras

Contagiada por el afán de compra de los mayores, que en esta época del año parecen dispuestos a dejar billeteras y carteras completamente exhaustas, Llilian se apresta a hacer lo suyo. Para adoptar un aire mas frontal de señorita y quizás para influir mayor respeto en la calle, completo su atavió con los zapatos de su madre o de su hermana mayor, y un pañuelo como los que se ponen las muchachitas del barrio para disimular ruleros. Todo lo ha previsto Lilian menos el peso de las compras: por ahora, con el bracito en alto sostiene la bolsa con dignidad y cierto garbo de bailarina española. Pero dentro de un rato, mama tendrá que venir a rescatarla.

Las Palomas

La callecita es tranquila y sin tránsito. Desde la reja sólo se ve un panorama de árboles y de barrio apacible. Pero la dueña de casa ha sabido añadir a la escena una decoración desacostumbrada: muy temprano por la mañana, los granos de maíz concitan a las palomas del cercano Parque Rodó, convertidas ya en visitantes habituales. La fotografía captó el diario encuentro entre las palomas y su amiga, una escena bucólica cada vez menos frecuente en Montevideo.

La moda en Montevideo

Todas las imágenes fueron tomadas de la revista Reporter

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