Isla de Flores

Cuando Juan Díaz de Solis, Plloto Mayor de S.M., el rey don Fernando V, avistó por primera vez aquella baja y quebrada isla con dos promontorios pétreos en sus extremidades oriental y occidental, ya se había escuchado el retumbar del alarido de  la raza charrúa en esas latitudes del estuario recientemente bautizado por la novelería del conquistador español con él nombre de Mar Dulce.

Corría el mes de enero de 1516 y el charrúa era por entonces dominador absoluto de todo el territorio sur del Uruguay de hoy, desde el Paraná hasta las costas atlánticas, y en demostración de su expansión y de su poderío, había llegado con un gran contingente a ocupar el territorio Isleño y vivir en él de la caza y de la pesca. Los propios marinos de la expedición de Solis la bautizaron con el nombre de Isla de Flores, presumiblemente por la profusión de plantas silvestres, aunque sobre este punto existe una controversia entre diversos historiadores que alegan que el nombre le fue dado porque el desembarco se llevó a cabo en el día de la Pascua Florida, pocos meses después de ser descubierta visualmente. También se indica que en el transcurso de los siglos de dominación española, se le conoció bajo otras denominaciones, tales como Isla de Flores, De los Pájaros y aun de las Piedras. Desalojado el Nativo de sus tierras y exterminado por el colonizador, la isla de flores no cumplio ninguna función durante mas de 300 años de sometimientos al reino de España.

Base de los ingleses

Recién cuando los ingleses intentaron por segunda vez tomar por asalto montevideo (1807), Sir Samuel Aochsmouty, advirtió sus cualidades como base de operaciones de guerra marítimas y la utilizo para deposito de explosivos y hospital que permitiera a sus marinos heridos el tranquilo restablecimiento en tierra firme y lejos del combate.

La historia del faro

Pero evidentemente desde fines del siglo XVIII hasta los albores de la declaratoria de la independencia toda la historia de la isla de flores esta referida unicamente y exclusivamente al proceso de erección del faro, que culmino durante la dominación portuguesa con la entrega de todo el territorio del Rio Grande do Sul al imperio del norte.

Homero Martinez Montero hace referencia al faro de la isla de flores, señalando que «sus cimientos tocan las raíces mismas de nuestra historia en los años postrero del coloniaje, y con su proyecto fermenta aquella levadura separatista de las provincias marítimas del virreinato del Rio de la Plata, amasada por las rivalidades de sus dos grandes puertos: Santa María de Buenos Aires y San Felipe de Montevideo. «En efecto las imperiosas reclamaciones del comercio montevideano para la construcción del fato que daría mayor protección a la entrada de buques mercantes, sistemáticamente fueron rechazadas o aplastadas por ordenes provenientes de la otra margen del estuario.

El terror de los marinos

Sin embargo los constantes naufragios que reportaban ademas de las cuantiosas perdidas materiales, un altísimo costo de vidas humanas, obligaron a Buenos Aires a buscar una solución. Se procuraba facilitar las navegación por la zona de la Isla de Flores y fundamentalmente que se sorteara el difícil escollo del Banco Ingles, ubicado a escasas 10 millas de aquella y que era conocido por las denominaciones de «Tragabarcos» o «Infierno de los marinos»

La primera baliza con que contó la Isla de Flores fue el farol de popa de la gragata de guerra española «Nuestra Señora de Loreto» aunque ademas de su poca visibilidad sumaba en su contra la escasa resistencia que podía ofrecer a los embates del mar, que termino hundiéndola. Sobre el fin del siglo XVIII se crea por Real Celula el Consulado de Comercio con sede en Montevideo, el cual tenia jurisdicción sobre el mar territorial y estaba facultado a realizar balizamientos que dieran seguridad al trafico portuario. Dicho consulado estaba igualmente aupeditado al gobierno central de Buenos Aires. En 1797 se habla por primera vez del faro en la Isla de Flores, pero dos años después se desechaba un presupuesto de 10 mil pesos. diciéndose construir el faro del cerro que solo costaba 2 mil pesos.

Intento Separatista

Las soluciones no llegaban y la población montevideana se veía condenada a la perdida constante de sus intereses mercantiles, por los múltiples accidentes maritimos. En 1799 se produjo la mayor tragedia del siglo cuando el bergantin español «Señor del Buen Fin» naufrago tras golpear contra las rocas de la propia isla, resultando 112 personas muertas. Esta tragedia y otras que enlutaron a varias familias montevideanas, impulso a que en 1802, el Cabildo Justicia y Regimiento de Montevideo, por intermedio de su Sindico Procurador Jose Parodi, solicitara la total del comercio de Montevideo del Consulado de Buenos Aires, y a la vez reclamara enérgicamente la construcción del faro de la Isla de Flores.

Los intentos fueron vanos y la reclamación desoída. Pasaron muchos años sin que se hablara mas del asunta hasta que en 1811 el virrey Elio hace un llamado a los gobiernos de Buenos Aires, Lima y Cadiz, así como a sus aliados ingleses y portugueses, para que colaboren en la construcción del faro de Flores que redundaría en el beneficio de todos, ya que el trafico fluvial era igual intenso y las perdidas compartidas. También fracaso en sus propósitos y llegaron a su fin tres siglos de dominio hispánico sin que se hubiera colocado una sola piedra en la torre.

Hacia el pacto funesto

El 20 de enero de 1817 las tropas portuguesas al mando de Carlos Francisco Loguna, toman posesión del territorio de la Provincia Oriental y la Isla de Flores pasa a engrosar los dominios del Imperio. Lucas Jose Obes, prior del Consulado de Montevideo se erige entonces en principal impulsor de las obras del faro y logra interesar en principio a Lecor que concede autorizar la realización de algunos trabajos preliminares y del acopio de materiales en la Isla de Flores y compra de la linterna. Sin embargo, Lecor rechazo poco después las propuestas de Obes para el pago de las obras, ya que resultaban insuficientes para esto las rentas devengadas en las aduanas de Montevideo, Maldonado y Colonia.

En realidad, en ese momento Lecor ya había iniciado las conversaciones secretas con el Cuerpo Capitular del Cabildo de Montevideo, elaborándose el repudiable «tratado de la Farola» firmado el 30 de enero de 1819. Por el mismo, a cambio de la construccin del faro «la linea divisoria entre las dos capitanías de Montevideo y de Rio Grande de San Pedro do Sud empezara a una legua Sud Este del fuerte de Santa Teresa… la margen occidental de la laguna Merin y siguiendo rumbo N.O,; en derecho hacia las naciones del Arapey…» El cabildo renunciaba así a una superficie mayor a la mitad del territorio actual del Uruguay. Antes de esa fecha ocurrieron frente a la isla naufragios de las zumacas «juana» y «Piñao», provocando el hundimiento de la ultima 50 muertes que el Barón de la Laguno uso como argumento para dar curso al Tratado.

Concretan la Obra

Pese a que Lucas J Obes rechazo de plano el siniestro pacto, su revelamiento del Consulado y otros problemas políticos que se suscitaron en la oportunidad obligaron a dejar de lado el proyecto. Recién en 1826 se realiza el remate de la obra entre los mejores proponentes y el mismo es ganado por Ramon Artagabetia que la taso en 39.950 pesos. El faro queda totalmente construido a fines del año 1827 y el 19 de enero del año siguiente se enciende por primera vez su linterna, rematándose su concesión por cuatro años al propio constructor. El régimen de concesiones se mantuvo hasta el año 1827 durante el cual se decide que la Isla pase a depender de la capitanía del Puerto de Montevideo. Recién desde 1933 se pasa a la jurisdicción de la Inspección General de Marina.

Oribe y Garibaldi

Durante la guerra grande una serie de acontecimientos vuelven al primer plano de notoriedad a la Isla de Flores y terminada la misma queda reconocida formalmente como posición militar. Manuel Oribe, apoyando por el gobierno de rosas, extiende la mar el sitio de Montevideo y con una flotilla de balleneros armados a guerra, a las ordenes del capitán de artillería Victoriano Visillac, extiende un cerco marítimo cuyo radio es el Puerto del Buceo, la Isla de Flores y el Banco Ingles. Por el mismo se logra bloquear el abastecimiento de víveres y armamentos a la plaza de Montevideo. Visillac se establece en la Isla de Flores con 80 hombres en febrero de 1843.No duraría mucho esta situación ya que en Junio del mismo año el coronel José Garibaldi, designado jefe de la escuadrilla naval del Gobierno de Defensa, interviene con éxito en el Puerto del Buceo rescatando dos naves, allí se encamina a la isla. A la vista de la flota garibaldina la guarnición huyo sin presentar batalla y se dirigió a la costa de Santa Rosa, haciendo varar sus dos embarcaciones. Garibaldi dejo en la isla un destacamento de 60 hombres con la cañonera Volcan y el bergantin General Medina hasta 1845 que fue recuperada por las fuerzas oriblistas, ante el retiro de aquel del lugar, sin embargo poco duro esta segunda ocupación de la isla ya que 10 días después las fuerzas sitiadoras abandonaron la posición inutilizando el faro a fin de entorpecer el trafico de buques hacia Montevideo.

Medio siglo de Lazarerto

Entre 1851 y 1869 sobreviene un periodo durante el cual la isla es frecuentada por pescadores y también utilizada como pasaje de cruza para prácticos. Estos construyen por cuenta propia, autorizados por el gobierno, el primer edificio de material donde posteriormente se aloja la comandancia. Fue durante el gobierno de Venancio Flores que las epidemias de fiebre amarilla y otras enfermedades se extendían en Rio, Entre Ríos y Corrientes. Las casas de aislamiento de la ciudad eran pocas e inadecuadas y el ya existente lazareto de la Isla de la Libertad ( o de las ratas) no serbia. Por una ley especial se autorizo la elección del lazareto de la Isla de Flores para poder aislar a los emigrantes y viajeros que llegaban de puertos infestados.

Inaugurado en el año 1869, ya bajo el gobierno de Lorenzo Batlle, la obra fue proyectada por el ingeniero Pedrables constaba de los tres grandes cuerpos que tiene en la actualidad. Los jefes locales fueron siempre comandantes militares, siendo el primero de ellos el comandante Feliciano Vázquez. Solo uno de ellos, Luis Palacios, nombrado durante la presidencia de Latorre fue designado director general de la isla. Ya en el primer año del funcionamiento en lazareto requirió la construcción de la capilla para atender los requerimientos de los cuarentenarios, así como del personal que solicitaba los auxilios de la religión católica.

Esta obra y el cementerio se inauguraron el 1 de enero de 1870 y fueron emplazados en la 2a Isla. Poco después se instala una agencia de correos. Fue precisamente durante la presidencia de Lorenzo Latorre y bajo la dirección de Palacios, en 1878, que la actividad de importancia de la isla cobran mayor alce. Se construye el hospital en la tercera isla, y a su lado el crematorio. Ademas se conecta por telégrafo, mediante cable subacuatico, la isla con Montevideo. El propio primer magistrado visita el lugar en abril de 1879 en compania del Capitán del Puerto Ernesto Courtin, del Cnel Máximo Santos y del Comandante Máximo Tajes.

Y finalmente en la ultima década del siglo XIX se instala el teléfono con la capital, se realizan obras de jardinería y se conecta mediante un calzada la 1a y 2a isla. Tambien se construye la casa para alojar el correo y el telégrafo de uso publico. A principios del siglo XX y después de la feroz epidemia mundial de fiebre amarilla, durante la cual el lazareto cumplió intenso cometido, las instalaciones de las ilslas quedaron prácticamente abandonadas retirándose el personal medico y sanitario, así como las tropas y civiles que cumplían servicios permanentes. Solo permaneció el personal afectado al funcionamiento del faro, en tanto las construcciones se van derruyendo por la acción del tiempo y la sanilidad del mar.

Presidio de Terra

Nadie se acordó de la Isla de Flores por varios años, hasta que el dictador Gabriel Terra inaugura el lugar para confinar a decenas de presos políticos y en especial, a integrantes de la colectividad política batllista que se opusieron al cuartelazo y disolución de las cámaras. Todos los batlle, berreta y otros legisladores de la época sufrieron varios días de encierro antes de lograr el exilio en Buenos Aires. La arbitraria medida se repite en oportunidad de la «revolución» de 1935 y desde entonces hasta la actualidad, la isla queda sumergida en el olvido y sigue su proceso de deterioro total de las construcciones de la misma.

Publicado en la revista «Cuestion» en el año 1972

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