Montevideo es en nuestro país la ciudad donde existe mayor numero de ombúes. Bien curioso resulta este detalle ya que el simpático árbol, que constituye un elemento tan calificado en el paisaje nativo, puedan lucirlo estampas de tan señalado adelanto edilicio como las que ilustran esta nota.
Y es lo cierto que este representante de la flora indígena no desentona junto a los edificios modernos, alardes de la eficiencia de nuestros técnicos. Su tronco de amplia circunferencia, su ramaje retorcido, su copa frondosa, ofrecen un contraste interesante a la sobriedad de líneas de la arquitectura moderna.
Muchos ombúes existen diseminados en toda la vasta extensión de la ciudad. Los hay en extramuros, entre las quintas de verdura, y en la parte céntrica junto a las pulcras calzadas. Aquí los envuelve el incesante estrépito del tránsito, allá un remedo de la paz campesina. Al pasar junto a ellos, si no vamos dominados por las preocupaciones que impone el ritmo acelerado de la vida moderna, en esta capital que es ya una gran ciudad, solemos recordar la vinculación que tienen algunos (como ocurre con aquel del Bulevar España y Luis de la Torre) con ciertos pasajes de la gesta histórica de le República.
El viejo ombu del Bulevar España, el más popular de la ciudad, emplazado en uno de los puntos que ofrecen mejores perspectivas a la hermosa configuración de árbol tradicional, lleno de sugerencias líricas.
El ombú ha contado siempre con la simpatía de nuestro pueblo, que lo conserva con afecto. Como no nos urge a desterrarlo ninguna exigencia de “espacio vital“ lo utilizamos como elemento que a sus cualidades decorativas, une el significado que reviste para nosotros en su carácter de centinela permanente de las tradiciones criolla, establecido en el propio centro directivo del país.
Estas cosas no podía comprenderlas Clemenceau ( médico, periodista y político francés ) cuando se extrañaba del cariño que inspira a los rioplatenses un árbol inútil, según él lo calificó, ya que no produce frutos ni su madera sirve siquiera para alimentar el fuego.
Arrogante y esbelto luce este otro secular testigo de nuestro progreso. Árbol que se halla en la intersección de las calles Ramón Anador y Garibaldi, a manera de lírico monumento vegetal que la ciudad respeta y cuida.
La espesura de su fronda proporciona un sitio acogedor para el descanso, que antaño disfrutó el gaucho y aún los pobladores de la campaña gustan buscar le frescura en las tardes estivales, en el amplísimo asiento que la raíz desparrama.
Ya con los habitantes de la urbe las costumbres han cambiado. Cuando el calor nos domina durante los ajetreos de la actividad metropolitana, preferimos a su sombra la de los bares.
Hoy algunos ombúes que el público convierte en refugio durante el verano, mientras espera el ómnibus o el tranvía.
Villa Biarritz, que es un barrio moderno, de limpias construcciones de arquitectura audaz e innovadora, luce la legendaria estampa de este ombú, como una demostración de cariño hacia nuestro pasado.
En este caso está el de la Avenida Italia y propios como así el de Ramón Anador y Rosell y Rius, que sirven también como puntos de referencia para indicar direcciones. El ombú continúa firme en su raigambre poderosa estampa contigua en la ciudad moderna estremecida de ruidos e inquietudes.
Escrito por José Muniz Rivero en la revista Mundo Uruguayo, 1945
¿Y los demás?
Ya pasaron mas de 70 años desde que se publico este articulo en la revista Mundo Uruguayo, los tranvías dejaron de pasar y la fisonomía de la ciudad en muchos casos cambio totalmente pero los viejos y queridos ombúes siguen ahí viendo crecer a Montevideo.
En el articulo podemos ver fotos antiguas de tres de los ombúes mas representativos de la ciudad pero hay muchos mas desperdigados, esperamos que nuestros lectores nos aporten los que conozcan y asi ir agregando en el articulo.