El Cristo de Lucho

Se llama Lucho y tal vez ahí nomas nazca y muera toda su identidad. Para los turistas, es un simple pescador de los que pueblan el puerto de La Paloma. Para los asiduos del balneario, es algo mas; el autor de un inmenso tallado de Cristo que se levanta en la costa, de frente a la boca de la ensenada.

Con un nombre que suena mas a pescador que a escultor. Lucho, alterna el remiendo de las redes con el cincel, y las duras madrugadas de chalana con las tallas y las pinturas. Hace quince años, Lucho era un obrero de la construcción en Montevideo. «Lo poco que ganaba se me iba en copas y en milongas. Cuando uno esta metido en el baile, tiene que seguir bailando. ¿A usted nunca le ha pasado?». Un día se dio cuenta que esa vida no le conducía a nada y resolvió cortar. «Me vine a La Paloma a un rincón donde pudiera empezar de nuevo. Me puse a pescar porque no había otra cosa que hacer, pero para serle franco no sabia nada del asunto. A mi lo que me gustaba era tallar en madera». Lucho aprendió pronto. «El hambre me hizo aguzar el ingenio. No es fácil ser pescador profesional».

Los turistas encuentran un asombroso parecido entre Lucho y su obra, quizás ese semblante profundo y hurano que copia el de un pescador se parezca mas al verdadero rostro de cristo que el de las imágenes tradicionales.

Durante años, vivió en la parte de abajo de un muelle, protegido con bolsas de arpillera, hasta que pudo levantar su rancho de bloques. En ese tiempo fue que comenzó a incubar la idea de tallar algo gigantesco. «Así cuando uno muere queda alguna obrita que le haga recordar a la gente del pescador Lucho. ¿Por que otra cosa se iban a acordar de un pescador?».

Así nació el Cristo. En las tardes ventosas de invierno, cuando no podía salir con la chalana, Lucho tallaba calentando el cuerpo con el martillo y la garganta con la caña con butiaes. «La expresión de sufrimiento no es imaginación mía. La copie de un tío mio que estaba muy enfermo no me acuerdo de que». El parecido fisonomico de Lucho con su obra, encuentra así su verdadera explicación.

El pescador no se limita a sus tallas, también embalsama raros animales del mar y les otorga el carácter de extremas esculturas zoológicas.

Durante mucho tiempo, lucho le oculto a los turista que el era el autor de aquello. «A veces venían y me preguntaban quien lo había hecho y yo les decía: un pescador medio loco que vive escondido en el monte. Me gustaba saber como opinaba la gente sin sentirse cohibida». A veces desde luego, se llevaba algún chasco. «Una vieja media bruja me dijo un día: el que hizo esto seguro que esta mal con Dios y se va morir joven». La profecía, sin embargo, no se cumplió. El trabajo sano, las dietas (obligatorias) de pescado, el vivir tranquilo sin hacerse mala sangre, son capaces de imponerse a las predicciones de cualquier bruja.

Lucho no solamente trabaja en madera  (hay un turista porteño que todos los años le liquida la producción del invierno) sino que también pinta y las paredes internas de su rancho, que forman algo parecido a un inmenso fresco, puede atestiguarlo. Ademas no puede dejar de pescar ni un solo día, porque no se puede vivir solamente de un turista dispendioso. Y como, todo hombre solo, cocina admirablemente. Su brotola a las brasas, sus milanesas de pez martillo, su chupin, su paella, son tan obras maestras, por lo menos como su cristo.

Este entretenido texto se publicaba en la revista Reporter el 22 de febrero de 1960.

Según información que retiramos de la web turismorocha.gub.uy el nombre verdadero de Lucho era el de Alfredo Maurente y era oriundo de Maldonado. Murió el 18 de diciembre de 1975 dejando un gran legado para la posteridad, ademas de El Cristo, Lucho realizo las esculturas de «La Sirena» y «El Timonel», ambos en el centro de La Paloma.

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