El Camíno de la Figurita, uno de los caminos de entrada a Montevídeo, fue denominado, desde el 20 de diciembre de 1866, Camíno de Goes. No sería éste, como se ha dicho, el Camíno de Juan de Toledo (Juan Gil de Toledo, vecino poblador de Montevideo, según Juan A. Apolant). En su «Geografía del Departamento de Montevideo», publicada en 1898 por Julián O. Miranda, afirma dicho autor que el Camino de la Cuchilla Grande, o de Juan de Toledo, nacía en Maroñas, pasaba por Piedras Blancas, y siguiendo en gran parte el curso de la Cuchilla Grande entraba al departamento de Canelones, después de cruzar el arroyo Toledo.
El camino Goes, que comenzaba en la plaza Sarandí, evocaba con su nombre a los hermanos Goes, Scipíón y Vicente, que según Ruy Díaz de Guzmán introdujeron a Asunción desde el San Vicente, Brasil, hacia 1555, un toro y siete vacas, que luego, con su multiplicación y otros aportes, a lo largo del tiempo iban a inaugurar nuestra Edad del Cuero.
Las caravanas de carretas cargadas de frutos del país tenían como natural destino la actual plaza de Cagancha, mal llamada Libertad, donde se encontraban los mercados abiertos de productos agrícolas y ganaderos. Pero la ciudad crecía y exigía nuevos espacios para la edificación. Ello determinó que en 1856 el gobierno de Gabriel Pereira decretara el traslado de dichas ferias a la plaza Sarandí. El camino que seguía la pedregosa cresta de la Cuchilla Grande continuaría cumpliendo con su misión comercial, pero la feria fue desplazada a las orillas de la ciudad, el cinturón donde el campo y la naciente gran urbe entablaban su diálogo.
Diez años más tarde se acentúa la importancia económica de la zona. En el 1866 el gobierno del general Flores obtuvo de los hermanos Guerra la cesión de amplios terrenos donde hoy se levanta el Palacio Legislativo y la Facultad de Medicina. Al finalizar el año se inaugura en el lugar un vasto mercado de frutos, que englobaba en su seno a la Plaza de Carretas y que tenía por límites, al este, la calle José L. Terra, por el oeste Marcelino Sosa, por el sur Yatay y por el norte, la actual Isidoro de María. Dicho mercado tenía un ajetreo permanente; en él la ciudad adquiría los productos de la campaña y ésta se asomaba, cautelosa, al bullicio cosmopolita.
Esta actividad comercial, desarrollada en el punto de partida de un camino que se prolongaba hacia el Cerrito de la Victoria y desde el almacén de La Figurita, por la actual avenida Gral. Garibaldi, le dio a Goes temprana y decisiva fisonomía. Alrededor de la plaza-feria surgieron modestos pero abundantes locales. En ellos se alojaban pulperías, almacenes, fondas, corralones y barracas de acopio. Predominan las casas de material sobre los ranchos. Dice el Dr. Juan Carlos Patrón en sus amenas crónicas anecdóticas e histórico-costumbristas sobre el barrio Goes, que de las tres pulperias que en poco tiempo fueron instaladas alrededor de la plaza., la preferida era la del Gaucho, fundada antes de 1870, donde hoy se cruzan General Flores y Yatay. Agrega dicho autor que «en la azotea del edificio se asomaba un gaucho con una copa en la mano, construido en terracota». La Pulperia del Gaucho «fue la madre espiritual del almacén de Yirumin, el que a su vez fue progenitor del Viejo Café Vaccaro, padre este último del Gran Café Vaccaro, el infortunado edificio de cuatro pisos».
Si bien la vocación comercial de Goes le otorga un memorial de transporte e intercambios, otra historia de guerreros alborea en sus comienzos. Triunfantes las tropas patriotas de Rondeau en el Cerrito, las fuerzas realistas de Vigodet se retiraron por el camino de Goes, en la mañana del 12 de diciembre de 1812, para buscar amparo en el abrigo· de la ciudad murada. A partir de febrero de 1843, mes en el que el ejército del Gral. Oribe pone sitio a Montevideo, dicho camino es entonces vía de ir y venir de las tropas y de episodios de guerreros como el de la muerte del coronel Marcelino Sosa, caído el 8 de febrero de 1844 en un lugar cercano a la playa de la Aguada, luego desaparecida a consecuencia de las obras de construcción del puerto de Montevideo. Marcelino Lucas Sosa había tenido intervención personal en las batallas de Rincón, Sarandí, Ituzaingó y Cagancha.
El 20 de febrero de 1865, las tropas del Gral. Venancio Flores, culminando la que él llamara Cruzada Libertadora, en la que sangre de hermanos habia vuelto a correr, entraron en Montevideo por el viejo camino de la Figurita. Un buen día, la ciudad sale dedecididamente a su encuentro. En 1880 se establece, por iniciativa particular, la empresa del Tranvía Oriental, que une la barriada con el centro Y sur de la urbe. Para sustituir los barracones, que no estaban ya a tono con el movimiento comercial de la zona, se construyó el Mercado Agrícola. En un terreno donado por Carlos H. Cracker -hubo cinco donantes de terrenos, que por lo visto deseaban valorizar sus propiedades-, se colocó el 30 de diciembre de 1906 la piedra fundamental. La estructura fue traída de Europa y pertenecia a un stand de una exposición ganadera. La obra quedó terminada por 1913. Todo el día, desde entonces, funcionó el mercado. Su activo intercambío creó en su derredor una vida ajetreada, pintoresca, que impulsó, como se ha dicho con acierto, la prosperidad de Goes.
El siglo XX con su inquietud renovadora levanta en 1908 el nuevo edificio de la Facultad de Medicina. Se comienzan alli cerca, en La Aguada, las obras del Palacio Legislativo. El camino de Goes era a su vez, desde 1908, la avenida General Flores. Y la llegada del hormigón, en 1926 completó el cambio de fisonomía de la zona, que el ómnibus unió, más intensamente, al corazón de la ciudad. La. avenida General Flores está hoy flanqueada de comercios, en especial mueblerías y bares. La actividad comercial del barrio no ha decrecido, pero tampoco ha evolucionado en los últimos años.
Ya no se realizan los famosos bailes del café Vaccaro, ni las tenidas teatrales en el «Fénix», donde Brussa y Heraclio Sena alternaban con los aficionados del lugar, bajo la luz de las candilejas. Pero la vida sencilla y animada de Goes, que ha dado tantos profesionales y personajes populares de renombre, se sigue excitando ante los paseos nocturnos de las parejas y el trabajo constante y laborioso, que señala los pasos de sus horas y sus días.
Del libro: Los Barrios de Anibal Barrios Pintos
El Satan de Goes
La fiebre especulativa de la década del 80 había llegado a Goes, traída por ese hombre inquieto y financista discutido que fue el español Emilio Reus. «Satán en persona no habría producido en Montevideo la revolución que en todas las clases sociales produjo la presencia de Emilio Reus», dijo su contemporáneo, Domingo González.
Ambícioso especulador o empresario creador, Emilio Reus, ígual que el pintoresco y más sólido Francísco Píría, dejó huellas en la toponimia ciudadana, y las viviendas populares que levantara a un costado de Goes, en el Barrio de la Humedad, y que aún existen, llevaron su nombre. Hoy, ingratamente, la zona se llama oficialmente Villa Muñoz, pero el pueblo le sígue recordando como Barrío Reus. La sociedad conservadora de la época no vio, o no quiso ver, el intento del desgraciado Dr. Reus de construir viviendas baratas para las familias pobres.
Los grandes capitales, los del Estado inclusive, sólo se preocupaban por financiar edificios de segura renta, olvidando que los humildes tienen necesidad de un techo que los ampare y termine con la obligación de pagar un alquiler cada día más abrumador que al cabo de cincuenta años no sirve siquiera para que el eterno inquilino sea dueño de un solo ladrillo de la casa que habitó toda una vida.
El comentarista olvidó que Emilio Reus murió atendido por la caridad de sus vecinos en la humilde pieza de una casa ubicada en la calle Yaguarón, cerca de 18 de Julio, donde está hoy instalado El Día. Aún se recuerda la lista de personas que contribuyeron para pagar el entierro del Satán de Goes.
En «Goes y el viejo Café Vaccaro», 1948. por JUAN CARLOS PATRÓN