Hundimiento del carguero Montevideo

El domingo 8 de marzo de 1942, exactamente cuando las manecillas de cronómetro ubicado en el puente de mando señalaban la hora 20 y 30, un torpedo disparado por un submarino alemán sin previo aviso alcanzaba de lleno el casco del carguero uruguayo Montevideo. El mortífero proyectil sólo demoró 30 segundos en recorrer los 300 metros que presumiblemente lo separaban del mercante oriental e hizo impacto por debajo de la línea de flotación, a la altura de la sala de máquinas y calderas.

La explosión causó tal destrucción que ocho minutos más tarde el Montevideo desaparecía para siempre de la superficie del mar, en la zona del Caribe. Con el barco desaparecieron también 14 infortunados uruguayos, muchos de los cuales fueron atrapados en la sala de máquinas y calderas. Después, 35 náufragos en un bote y otros 4 en una endeble balsa —únicas embarcaciones que resultaron indemnes— marchaban a la deriva empujados por las olas del Caribe y perseguidos además por los tiburones. Seis días más tarde, tras haber soportado las penurias que suelen sufrir los náufragos del bote fueron recogidos por un buque mercante holandés y los de la balsa por el destructor americano Explorer.

Con el Comandante

Nadie mejor que el comandante del Montevideo podía ofrecer un autentico y minucioso relato de lo acontecido durante la travesía y también lo ocurrido el mismo dia del torpedeamiento. En un apartamento céntrico, retirado de las actividades marítimas, el Contralmirante José Rodrigue/Várela, entonces Capitán de Fragata, dice:

«Se advirtió claramente que por el momento, nuestro barco no podría integrar convoyes y mucho menos prestársele protección con buques de guerra. A pesar de esta clara advertencia el gobierno uruguayo dispuso que el buque italiano Adamello del qué nos habíamos incautado anteriormente, fuese alistado para hacer el viaje a los Estados Unidos. Esta nave, bastante anticuada por cierto, tenía máquinas a carbón y lógicamente no desarrollaba mas de nueve nudos. Pero fué seleccionada en razón de su gran porte de carga. A poco de comenzar los preparativos el barco fué rebautizado con el nombre Montevideo, y tras algún tiempo se le realizaron diversas reparaciones. Se pintaron en el casco banderas Uruguayas y en sus cinco bodegas fueron estibadas casi 6.000 toneladas de carne enlatada, cueros, huesos y otros productos.

«Finalmente minutos antes de salir —9 de febrero de 1942— la Embajada Inglesa, nos entregó un sobre lacrado conteniendo órdenes secretas de guerra sobre la ruta que debíamos tomar. Este sobre no podría ser abierto sino 24 horas después de habernos hecho a la mar. Y asi lo hicimos. Estas órdenes establecían que esta primera etapa del viaje terminaría en la base de St. Thomas y allí recibiríamos otro sobre para la segunda y etapa final. El 22 de febrero el Montevideo fué detenido y abordado frente a Pernambuco por un buque de guerra americano que lo confundió con un corsario alemán. Aclarada la situación reemprendimos la navegación. Prácticamente estábamos dentro del radio de acción de los submarino, y avanzar una milla más era temerario si no imposible. Sin embargo teníamos nuestras órdenes y a toda máquina seguimos avanzando cambiando la dirección según la posición de los barcos que iban siendo hundidos. En la mañana del 8 de marzo todos estábamos convencidos de que no pasaríamos ese día. Para entonces ya dormíamos con los chalecos ya puestos y los oficiales vivían en el mismo lugar donde prestaban servicios.

«Cierto nerviosismo»

«A bordo todo estaba listo para abandonar el barco en cualquier momento y los botes salvavidas y balsas prácticamente arriados. Había vigías situados en todos los puntos del barco oteando minuciosamente el horizonte en busca del periscopio. Ya había entrado la noche y a bordo se percibía cierto nerviosismo. Los vigías apenas si veían 10 metros más adelante pues ese 8 de marzo tuvo la noche más oscura. El barco navegaba con todas las luces apagadas según instrucciones que se nos dieron

En el momento en que me encontraba estudiando la carta una violentísima explosión como jamás nadie podrá imaginársela, me derribó al suelo y luego me arrojó contra los muebles del ambiente. Acto seguido se produjo un rojizo resplandor y entonces pude ver que una formidable columna de agua se habia elevado como a más de 300 metros de altura para caer con violencia destructora sobre la cubierta del barco que la barrió íntegramente arrastrando todo lo que halló a su paso incluso algunos tripulantes. Corrí a la telegrafía para propalar el S.O.S, cuando vi que el operador venia a mi encuentro. Los trasmisores al parecer resultaron destruidos. Le ordené entonces saltar a los botes. El buque hacia agua rápidamente. En los primeros 3 minutos se escoró más de 35 grados sobre la banda torpedeada, al tiempo que ya comenzaba a levantarse de popa. No hubo pánico ni confusión pues todo había sido previsto con anterioridad. Rápidamente me dirigí a los botes, pero pude advertir que todos menos uno estaban completamente destruidos a causa de la explosión. Este bote fué arriado y lanzado al mar con varios hombres a bordo. Al volver sobre mis pasos hallé al tercer oficial Michaelson, que luchaba para arrojar al mar una balsa. Con él había cuatro hombres, le ordené se hiciera cargo y luego me despedí pues ya resultaba imposible sostenerse en cubierta.

El Montevideo se estaba hundiendo casi verticalmente. Cuando me disponía a ponerme a salvo, advertí desde cubierta que el bote con un abigarrado grupo de náufragos había largado amarras. Sin pérdida de tiempo me arrojé el mar y fui entonces recogido por el bote. Remando rápidamente nos alejamos todo lo que pudimos del barco que hundiéndose de proa y en forma vertical sólo mostraba en la sombra de la noche, la forma del timón y su hélice. Minutos más tarde vimos emerger muy cerca nuestro al submarino y casi en seguida varios hombres sobre cubierta encendieron reflectores que enfocaron en dirección al barco al parecer en busca de los sobrevivientes. Por varios minutos los reflectores buscaron sobre la superficie del mar vestigio de vida, pero felizmente pudimos eludirlos por el hecho de que nosotros estábamos por detrás del casco del «Montevideo», que ya emergía apenas 4 o 5 metros. El submarino estaba tan cerca nuestro que pudimos percibir el ruido de los motores diesel. Convencidos de que nadie se había salvado, el sumergible germano se retiró del lugar y comenzamos entonces la tarea de orientarnos hacia la salvación. Estábamos a más de 500 millas del punto mas cercano, a tierra».

El desenlace

«Al día siguiente no vimos la balsa, pero sabíamos que a bordo había 5 hombres que sin duda habrían sido recogidos por un mercante. En nuestro bote había 35 hombres, pese a tener capacidad para 12. Improvisamos velas y asi fuimos empujados por las corrientes y los vientos en dirección a las Antillas. Pero al sexto día, nos recogió el buque mercante holandés Tealamon, que lo hizo sin parar la marcha pues era seguido por un submarino. Y tras algunas horas de navegación y a nuestro pedido fuimos desembarcados en Jeremía (Haití). Los de la balsa fueron a su vez salvados por el destructor americano Explorer y conducidos a Trinidad. Allí con sorpresa nos enteramos que Michaelson, no se encontraba entre los náufragos y los de la balsa dicen que la última vez que le vieron se encontraba, sobre la cubierta, del Montevideo. creyendo éstos que estaría entre los náufragos del bote.

Publicado en la Revista Reporter, el 22 de Marzo de 1961.

Algunos datos:

  • Si bien en el relato el José Rodrigue Várela cuenta que el submarino que hundió el Montevideo era Alemán, años después se supo que el submarino en realidad era italiano. 
  • En el Mercante iban 49 tripulantes, se salvaron 35.
  • Quienes Murieron fueno: Elbio Michaelson, Pedro Baigorri, Juan Carlos Alanis, Lorenzo Olivera, José Conde, Ernesto Moledo, Sandalio Hernandez, Alfredo Ganduglia, Mauro Veglio, Braulio Castillo, Rogelio Garcia, Camilo Saralegui, Atiliano Gonzalez y Alberto Caram

Interesante relato sobre los hechos en el programa En Perspectiva:

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