Uruguay, la Suiza de América

Que los uruguayos, son los buenos Juanes de Sud-América, se experimenta desde el principio, cuando uno se dirige al consulado para hacer visar el pasaporte. Los uruguayos lo tratan a usted como a un huésped y como a un caballero, a menos que pruebe lo contrario.

Pasando por la Aduana, cuando uno espera el inevitable registro, un inspector cachea ligeramente con dos dedos (la punta de los dedos) los pliegues de su traje palm beach para asegurar, que no contiene una ametralladora o una cobra de dos cabezas, y sella sus valijas con una sonrisa.

El turista entra al país resplandeciente y continua sintiéndose así. Después de haber estado algunos días empieza a saber porqué. Uruguay es el más pequeño y el más densamente poblado país de Sudamérica. Tal como es, no tiene delirios de grandeza militar. Situado como una valla entre Argentina y Brasil, no trata de igualar el poderío de sus grandes vecinos. En cambio, los dos millones de uruguayos están concentrados en la más inteligente y practica acción para hacer de su país una pequeña gema. 

Suiza, más que ninguna otra potencia, es el modelo del Uruguay. Gran número de extranjeros refugiados han encontrado nuevo hogar y nueva vida en el Uruguay. Cuando los uruguayos dicen de un hombre que «es un gran caballero democrático», esto no significa que vive con la ayuda del vecino, sino que es políticamente democrático, es decir, que cree en la libertad y en la forma democrática de gobierno. Este elogio, que es el más alto que se le puede hacer a un uruguayo, da idea de la idiosincrasia del país, una gran democracia bordeada por algunas de las más hermosas playas del mundo.

No es extraño que el Uruguay sea considerado el patio o el jardín de Sudamérica. Argentinos y brasileños inundan sus playas durante la temporada de verano, de diciembre a marzo. Montevideo, su capital, es una limpia y moderna ciudad con una población de más de setecientos mil habitantes, situada en el corazón de la zona protegida.

El carnaval es el mejor después del de Río, en color y en alegría. Si todo esto no resulta bastante convincente, bastaría agregar que el Uruguay es uno de los países más económicos para los norteamericanos. Se puede llevar una vida de lujo en un hotel de veraneo por sólo seis pesos diarios, incluyendo la comida. Por otra parte se puede traer recuerdos para la familia por una fracción de su costo en Estados Unidos.

En las playas, en las que se encuentra una gran cantidad de jovencitas, todos, uruguayos, argentinos, brasileños, europeos y norteamericanos, tratan de evitar todo lo que pueda impedirles disfrutar en la mejor forma posible de sus vacaciones. El idioma oficial es el español, pero no encontrará dificultades sirviéndose del inglés, y si además usted puede arreglárselas en francés o en italiano, su radio de actividad es vastísimo. La segunda lengua parece ser para el visitante ocasional el lenguaje de los sordos mudos. Los uruguayos se caracterizan por una manera de usar los brazos y las manos mientras conversan. Si en un café montevideano ve a un uruguayo chistar rápidamente, alargar su brazo derecho y agitarlo horizontalmente con la muñeca colgando, como diciendo adiós, y grita ¡venga!, no se alarme; no es un miembro de los guardias de asalto buscando venganza. Esta unicamente llamando al mozo. Si un caballero se retuerce el bigote con su mano derecha, téngalo o no, eso significa que algo está muy bien, y si sigue su mirada, probablemente verá que su punto de mira es una morochita que lo entusiasma. Si su nuevo amigo uruguayo se inclina confidencialmente con la punta de su dedo bajo su párpado derecho y murmura solemnemente ¡OJO!, eso significa «en guardia» o «mire donde va», y probablemente lo está previniendo contra la damita que acaba de tomar la polvera para ir a empolvarse al toilet.

Consiga un sujeto uruguayo para que lo lleve en ómnibus. Se encontrara con que el ómnibus no para si hay solamente hombres esperando en la cuadra. Todo lo que hace es detener la marcha, aI menos que haya mujeres en línea. Si usted es suficientemente ágil para tomar el ómnibus en el aire, no ofrezca el asiento a una mujer a menos que sea vieja o se encuentre embarazada. Si la chica es joven y mona se ofenderá por su gesto amistoso pensando que trata de galantearla. Subir a un ómnibus es tan interesante como bajar. Basta con chistar fuertemente. El guarda intercederá por usted al conductor que aminorará la marcha imperceptiblemente y deberá dar un sallo hacia la negra noche esperando que suceda lo mejor. Los canillitas, que viajan gratis, son los mejores en este deporte. Saltan por la parte de atrás como alma que lleva el diablo.

En cuanto a las diversiones, usted, no estará dos días sin visitar las playas, pero como seguramente estará más tiempo en Montevideo, analicemos su atracciones más detenidamente. Cassoni`s en la calle Sarandí es nuestro lugar favorito por la noche. No tiene nada que ver con los sitios de Nueva York, Chicago o Hollywood, pero tiene sus atractivos. Tenga cuidado con los dancings a no ser que usted sea una persona muy sofisticada. Los lugares, con la palabra Dancing en la entrada, son absolutamente borrascosos y únicamente para mujeres de cabaret.

Para las últimas horas hay un pequeño restaurante que nunca cierra y que está en su apogeo entre las tres y las ocho de la madrugada. A esa hora es cuando nuestros amigos, los músicos, las muchachas, los periodistas y otros personajes de la ciudad se encuentran para matar un par de horas y para matar también un «chivito» o dos. Un «chivito» es un bife envuelto que está entre el frankfurter y la salchicha de Viena, y cuesta 17 centésimos. Y no se haga el bobo, porque usted pagaría un peso cincuenta por estos emparedados en los Estados Unidos, si se pudieran encontrar.

Encontrará las películas americanas en los mejores cines de la ciudad. A propósito, los cines de Montevideo eran gratis para todos los soldados aliados durante la guerra, si iban con uniforme. Muchas veces estaban tan llenos de ellos que el gerente no podía atender a las demás personas; pero eso no importaba; los soldados estaban primero.

Si usted se encuentra en el Uruguay durante el verano, encontrará que los deportes están fuera de estación, excepto la natación, el golf, el tenis, la pesca y la equitación en las playas. Lo que es suficiente deporte para cualquiera. Verá también muchos buenos caballos de carrera, los jueves en el Hipódromo de Las Piedras, situado a trece kilómetros de la ciudad y de fácil acceso, y los domingos en Maroñas, el principal circo.

No deje de ver el fútbol uruguayo. Este deporte, a pesar de ser el más popular de todos en Sudamérica, deja a la mayoría de los americanos absolutamente fríos. Los uruguayos son campeones en tres campeonatos mundiales, y estoy seguro que a usted le agradará verlos jugar.

El Uruguay es un paraíso para la contemplación. Una casi ininterrumpida cadena de playas se extiende a través del país, desde Carmelo en la desembocadura del Río Uruguay hasta el Chuy sobre el océano Atlántico. Dentro o cerca de las playas, con hermosos alrededores de bosques naturales de pinos y eucaliptos, están situados Ios hoteles, que pueden competir con los mejores del mundo. La larga, y blanca playa uruguaya ofrece interminables lugares para caminar. Visite el Uruguay y usted regresará convencido de que no ha perdido el tiempo.

Nota publicada en la revista americana Esquire y traducida por la revista uruguaya Guion en abril de 1947

Las imágenes no venían con el articulo original, son solo ilustrativas.

Relacionado: