Los lectores saben por las informaciones de la prensa diaria que se ha producido recientemente un semiconflíto entre la Municipalidad y los lavanderos de ambos sexos que trabajan en los Pocitos, con motivo de disposiciones del Director de Salubridad Dr. Lapeyre sobre el sitio en que deben arrojarse las aguas una vez servidas en la preparación de la ropa.
Que si, que nó; que quieran ó que se resistan, el doctor Lapeyre se muestra inflexible con este caso, dispuesto al fiel cumplimiento de sus órdenes y los desacatos ó contravenciones han sido punidos con multas y prisiones. Así, cuarenta ó cincuenta lavanderos lavanderas han ido a parar a la Policía haciendo de moda el asunto, por la grita levantada y las protestas de la pobre gente a que directamente perjudica la disposición municipal.
Al asunto lavanderil, ha constituido, pues la nota de actualidad y da margen a las interesantes vistas que publicamos en estas paginas, reproducción de sitios y escenas para muchos ignorados, y que son, sin embargo, el centro de trabajo y medio de vida de un gremio numeroso.
Claro esta que la higiene merece bien que el señor Lapeyre le preste atención preferentemente en bien de la salud publica – y por esto nadie ha de protestar, pero en este caso piensan muchos que puede llegarse á términos conciliatorios sin necesidad de nuevas multas y prisiones. Y francamente, conviene que no nos lleven presos a todos los que lavan, porque podría llegarse con tal temperamento a poner a Montevideo en la dura necesidad de hacer practico el conocido refrán según el cual debe lavarse en casa la ropa, etc.
Esto sin contar con que extremando las prisiones – que que se trata de gente pobre que no aflojara la multa en mimgim caso – llegara a dejarse sin comer a muchos hogares que viven unicamente con los medios que proporcionan las coladas montevideanas.
Publicado en la revista Rojo y Blanco del año 1902