La casa del Duende

Un reporte de un importante diario de esta capital ha tenido la virtud de conmover a toda la población novelera de Montevideo lanzando a todos los vientos de la publicidad la noticia detalladísima de la aparición de un duende en una casa de la calle Ciudadela, esquina a la de Camacua donde habitan diversas familias.

El suceso, mirado al principio con incredulidad, tomo proporciones cuando las personas amigas de los habitantes de la casa confirmaron las noticias publicadas, asegurando como aseguro el reportero, que era efectivamente cierto que de todos los rincones salía la voz misteriosa de un viejo Don Giaccobbino que, a pesar de tener allí su baúl y sus ropas, vivía a gran distancia, nada menos que en Colon, donde se dedica a plantar pacíficamente todo genero de hortalizas. Como era posible que Don Giaccobbino hiciera oír su voz desde tan largo trecho? De que medios se valía?

Acaso algún gran canuto, un canuto inmensamente largo e invisible, serbia de conductor a sus alegres chascarrillos cuando estaba de buen humor y a sus palabrotas e indiscreciones cuando le atacaba el spleen? Misterio profundo! El reportero aludido, hombre joven, bien parecido, trucha en el oficio, hizo varias visitas a la casa del duende y juro y perjuro un día que el en persona había oído la voz extraña y misteriosa que dijeronle era la misma de Don Giaccobbino a quien, por otra parte, ni de vista conocía.

Al día siguiente de publicado esto, los grupos de curiosos invadían la casa, en la que también presentabase la policía acompañando al Juez de Instrucción. Entonces don Giaccobbino, que debe ser un viejo de muy buen genio, jugo a todos una mala pasada, anunciándoles que mientras hubiera -espiones- no hablaría.  Mas tarde modifico sin embargo su determinación previniendo que su silencio duraría solo ocho días, pasados los cuales armaría el gran escándalo a gritos, palos y mogicones con cuantos en la casa hubiese.

El plazo fatal, si no estamos equivocados, vence hoy mismo y lo recordamos a los que quieran pasar buenos momentos. Los sucesos de la casa del duende pueden divertir la curiosidad publica. Al que no divertirán jamas es al propietario que esta dado a todos los demonios, con sobrada razón por cierto, y dispuesto a cumplir con el, si don Giaccobbino olvida, la promesa de palos y mogicones con cuanto curioso piense divertirse a sus costillas!

Noticia publicada en la revista Rojo y Blanco del año 1902.
¿Abra cumplido Don Giaccobbino con su promesa?

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