Las reproducciones que ofrecemos a nuestros lectores de algunos cuadros del pintor nacional Luis Queirolo Repetto marcan las etapas por que ha pasado su espíritu y su estilo para llegar, a través del tiempo, a la serena altura en que hoy destaca su personalidad. Consecuente enamorado del clasicismo, del cual conserva siempre el amor a la elegancia de la forma y a la claridad del pensamiento, todo admirablemente fundido, Queirolo Repetto ha sido, es y será un pintor de verdadera vocación y convicción. Todos los vendavales que han soplado violentamente sobre la vida y sobre el arte no le han descentrado de su posición de artista esclavo de su deber, de sus responsabilidades ante su propia conciencia y ante el público que le juzga y proteje, y de su sumisión voluntaria a las leyes del dibujo, del color, de la perspectiva, de la composición, de todo lo que fué su catecismo gramatical en su infancia pictórica y de lo que más adelante había de ser el dique de contención de la avalancha de subversiones y mal gusto que el capricho, la moda y las extravagancias arrojaban a manos llenas contra sus más puros principios de moral y de estética artística.
Figuran entre esas reproducciones algunas telas evocadoras de su estadía en Florencia, que sirven de punto de referencia para apreciar la evolución de su técnica, influida por el modernismo dominante en aquella época, que le sedujo por la amplitud de su visión, el vigor de su colorido, el triunfo de la luz y de ambiente y la colaboración que en el cuadro se dió a la Naturaleza, vista y sentida intensa y noblemente.
No cabe en la estrechez de una nota periodística un análisis siquiera aproximado de la obra total de un pintor tan laborioso y penetrado de su misión como Queirolo Repetto. Baste decir que en ella están representados dignamente todos los géneros de la pintura, desde el simple apuntejugueteo de destreza o aspiración a sintetizar grandes inquietudes en un solo rasgo hasta el cuadro amplio de composición; desde el estudio de figura Ej: el cuadro titulado «En el Rowing Club» hasta el más sentido paisaje; desde el alarde psicológico de una vida sorprendida en un gesto doloroso o apacible, hasta el retrato acabado, por vulgar preñado de dificultades, y por complicado de escabrosidades espirituales o morales, que le han conquistado en sus últimos tiempos un puesto destacado entre los más excelentes creadores de temperamentos, cuando no buceadores del misterio de las almas.
Merece especial mención, por que dice algo muy elocuente y definitivo de esa fuerza creadora que ha alentado siempre en Queirolo Repetto, el retrato de cuerpo entero de Artigas, pintaro hace algunos años, y que mereció el honor justificado de ser incluído entre los considerados oficiales del Precursor de nuestra nacionalidad. Su mejor satisfacción respecto del mérito de «Artigas en 1815» la recojió el dicha evocación artista al recibir el pedido de varias copias de parte, a la idea que el espíritu populár tuvo muy ajustada, por otra siempre de la figura del inmortal héroe de nuestra emancipación para la Escuela de Artigas del Paraguay, la Escuela Militar de nuestra ciudad, el Banco Hipotecario y otras instituciones no menos importantes que las citadas.
Modesto en su vida, ha sido y es Queirolo Repetto un esforzado adalid del arte en su más pristina pureza, A él se entregó todo entero desde pequeño y en él le encuentra, con los mismos entusiasmos, los mismos fervores. los mismos anhelos de mejorar, de perfeccio de su existencia, desde cuya cumbre contempla serenamente, por encima de su caballete de narse, de ser algo más siempre, al austero trabajo y de meditación, ajeno a vanidades y ambiciones, cómo se esfuman ciertas glorias, no se derrumban muchas torres, y cómo se cómo se empequeñecen muchos gigantes, mantiene erguido, resistente a todos los rigores de la indiferencia y a todos los ardores de la pasión y del materialismo, lo único que el tiempo respeta y eustodia, y que une los siglos a los siglos y los hombres a los hombres con Vida. la Verdad, que es la esencia suprema de la eslabones de eternidad: el Arte, sostenido por la vida
GIL PEREZ.
El Día – año 1934