El complicado trayecto que ha recorrido hasta hoy la represa del Salto Grande, lejos aún de culminar, ha servido para varias comprobaciones a distinto nivel. Al enorme rigor técnico que exige de por sí una obra de esa envergadura, se agrega el hecho singular de que su construcción interesa a tres países que se mueven a distinto ritmo en el plano de las realizaciones hidroeléctricas. Brasil reivindica un pedazo de selva en la frontera con Paraguay con ese propósito. Argentina, después de plantear la exigencia de la firma del Tratado de Límites sobre el Río Uruguay como condición indispensable para llegar a Salto Grande, hoy parece inclinarse hacia el Complejo del Chocón. Y nuestro país deambula solo entre sus menguadas posibilidades y su necesidad de la obra. Pero al margen de estas circunstancias, el estudio de su realización ha servido para mostrar en el campo internacional el alto nivel técnico alcanzado por nuestra Facultad de Ingeniería.
“Algunos arquitectos sólo piensan en la vista del edificio. Fíjese que aquí en la Facultad hay sólo dos oficinas por planta. Nadie imagina las veces que hay que subir y bajar escaleras al cabo del día, porque hasta el subsuelo no llegan los ascensores» La reflexión es del Ingeniero Oscar Maggiolo (45 años, casado, 2 hijos, estudiante de Ingeniería desde el dia que entró a la Morgue de la Facultad de Medicina y se convenció que jamás podría ser médico), deslizada mientras bajamos las escaleras que conducen a su despacho. Profesor de Usinas Térmicas e Hidráulicas y Jefe del Departamento de Mecánica de los Fluidos de la Facultad de Ingeniería, tiene una inédita explicación sobre el problema de las vocaciones en el hombre de nuestro tiempo. “Todo gira alrededor del domingo. El que es rico vive mal seis días y es feliz uno, cuando mete sus cosas en un auto y se va donde le píace. El que es pobre pero trabaja en lo que vocacionalmente lo atrae, es feliz seis días y el domingo se aburre un poco… Mi caso es este último”.
A media tarde, de espaldas a un Parque Rodó y una playa desiertos, a la concentración de los jugadores de fútbol de la selección, a un casino cerrado y al teatro de verano con sus graderias cubriéndose de pasto, el Ingeniero Maggiolo expuso largamente las vinculaciones de la Facultad de Ingeniería con la obra del Salto Grande, rozando ocasionalmente aspectos politicos, lo que transformó el interés inicial en un vasto fresco de su trabajosa gestación.
Primer contacto: 1953
“Resuelta la construcción de la obra la primera etapa es el estudio de su factibilidad. Una Comisión mixta uruguayo-argentina funcionó a partir de 1948 con ese objetivo. Establecer la viabilidad, comprende una compleja etapa de estudios: Análisis de la geología del suelo (se hicieron múltiples perforaciones a veinte metros debajo del nivel cero, ubicado en el puerto de Buenos Aires) para establecer, entre otras cosas, si el terreno soporta el peso de las construcciones; análisis hidrográficos (corrientes de agua, índices de evaporación, altura del embalse, lluvias en la zona tomadas día a dia a partir del siglo pasado, etc.) y análisis de otro grupo de problemas como el de las expropiaciones, la solución al problema de la navegabilidad del río, etc.
“Una vez establecida su factibilidad precisamente, quedó en pie una duda sobre cuál sería la repercusión en la navegación del río. En 1953 la Comisión Técnica por primera vez solicito a la Facultad la construcción de un modelo del Río Uruguay en el tramo que va desde la represa (paraje del Ayuí), hasta el puerto de Concordia, a unos 18 kilómetros de distancia. Para eso se necesita una exploración de los “perfiles” del río cada 100 metros. Eso no lo puede hacer la Facultad por carecer de medios materiales. Los datos que permitieron la reconstrucción en escala del tramo, fueron proporcionados por la Comisión y la Facultad realizó el trabajo de laboratorio, que llevó dos años. Este estudio fue una de las bases para el posterior llamado a licitación y constituyó el primer contacto de nuestra Facultad con Salto Grande.
De Salto Grande a Palmar
Por Convenio de diciembre de 1946, ambos países decidieron llamar a licitación entre empresas de Ingenieros Consultores, quienes elaboran los planos y pliegos de condiciones. Es interesante establecer que el Convenio nada dice sobre el Tratado de Límites, del que Argentina hiciera condición ineludible para, aseguró, emprender la realización de la obra. Aprobamos el Tratado según su paladar y seguimos esperando.
“La licitación fue ganada por una empresa francesa y parte de los trabajos se hicieron en laboratorios de Francia y parte acá en la Facultad. Fue la segunda conección entre Salto Grande y nosotros. Al ritmo que debían presentarse los proyectos, nosotros solos no podíamos cumplir. Unos años después, con motivo de la licitación para la represa del Palmar, ganada por la misma firma, acá en la Facultad se hicieron todos los trabajos. Es decir que ya nuestro laboratorio se encontraba en condiciones de responder al problema de plazos impuesto por el contrato.
Brasil, su silencio y la navegabilidad
“La tercera y última etapa de vinculación es la actual. Una vez entregados lo» proyectos definitivos, subsistió la duda respecto a la solución a darse al problema de la navegación.
“Y aquí interviene Brasil. Hasta ese momento no habin participado en nada. Ni siquiera había respondido a las invitaciones cursadas por la Comisión Técnica Mixta. Brasil pone una única condición: que el río debe quedar en toda su extensión por lo menos tan navegable como hasta ahora. Es decir que si se le cruza con una represa, hay que prever exclusas para el pasaje de barcos. Aquel obstinado silencio de Brasil llevó a que la altura a dar al remanso (nivel de las aguas de la represa respecto al actual) no invadiera territorio brasileño. O sea que el proyecto hace llegar el embalse exactamente a la confluencia de los ríos Uruguay y Cuareim. Además es necesario respetar íntegramente la posición de Brasil, entre otros fundamentos de tanto o más peso, por la razón del artillero: a diferencia de lo que sucede con el río Negro, el rio Uruguay obtiene más del 60 por ciento de su caudal de lluvias en territorio brasileño. Quiere decir que Brasil podría utilizar parte de sus aguas en otros usos como riegos agrícolas, perturbando el funcionamiento del
Salto Grande.
“La solución contenida en el proyecto de los franceses fue la construcción de un canal lateral al río por territorio argentino, de 16 kilómetros de largo, que saldría del Ayuí, donde habría una primera exclusa, y desembocaría aguas abajo del Salto Chico mediante una segunda exclusa. Pero eso fue objetado por los tres países. Oficialmente, sin embargo, ninguno ha dado una explicación para su oposición. Lo único que se sabe con certeza es que dicha solución es la más económica y segura y antecedentes internacionales la recomiendan.
“Pero frente a esas objeciones la Comisión Técnica Mixta decidió estudiar cual sería la posible solución ai problema de la navegación por el mismo cauce del río. Y aquí viene algo Interesante. La Comisión llamó a licitación entre laboratorios de Estados Unidos, Francia y la Facultad de Ingeniería de Montevideo. Esta licitación fue ganada por nuestra Facultad, que cotizó 60.000 dólares contra 200.000 de Estados Unidos y 80.000 de Francia”.
“No sólo produce ingenieros”
Antes de salir de su despacho, el Ingeniero Maggiolo se detiene en unas barcazas a escala, color amarillo, de fondo plano, con hélice, timón y motor electrónico de control remoto, construidas expresamente para maniobrar en esos 16 kilómetros de río construidos en la Facultad, «Son modelos similares a las que remontan el Paraná de la Flota Fluvial Argentina.
Mientras descendemos las escaleras va señalando que el edificio se terminó en 1938 y no se previó nada para el laboratorio de hidráulica, por lo que debió utilizarse un subsuelo. Y en ese subsuelo el Ingeniero muestra las razones por las cuales considera que las estimaciones de la CIDE sobre el costo de un egresado son exageradas. “Fíjese que la Facultad no sólo produce ingenieros”. Allí está la represa del Palmar, el acceso al puente de Mercedes hacia el lado de Río Negro (con este proyecto ahorramos $ 20.000.000!), la representación de la bahia de Montevideo a escala para el estudio de las tomas de agua para refrigeración de la quinta usina de la Central Batlle, (dos calefones colgados de la pared suministran el agua caliente), etc.
Y a un costado del edificio central, una enorme oruga metálica, de techo de zinc y más de 100 metros de largo, que sigue las caprichosas evoluciones del río Uruguay a la altura de la represa, construida especialmente para este estudio sobre su navegabilidad. En su vientre los Ingenieros Alfredo Smith y Alberto Val y los estudiantes Graciela Lencino, Eduardo Larrosa, Pedro De Aurreoechea, Anabella Morón y Ariel Mera, instalan perfiles y moldean el lecho del rio Uruguay. Después vendrá el agua y el desplazamiento de las barcazas amarillas que el Ingeniero Maggiolo conserva en su despacho, certificarán o no la bondad de la solución. “Podría darse el caso que no hubiera ninguna solución económicamente conveniente. El río aumenta y disminuye su nivel durante el funcionamiento de la represa. En el momento en que el agua entre o salga puede originarse una corriente que desvie al barco de su línea recta de navegación. La solución de estos problemas siempre es un compromiso entre la técnica y la economía…”
Cuando salimos de la Facultad, en el Parque Rodó algunos mozos sacuden mesas y alinean sillas en las veredas. Cerca de tres horas de conversación alrededor del tema Salto Grande nos han convencido: el Ingeniero Maggiolo es feliz seis días y se aburre un poco en el séptimo, aunque así no haya sido previsto por el almanaque ni la costumbre.
FUENTE: Gaceta de la Universidad. Año VIII. Número 39. Julio de 1966. Texto Franklin Morales. Fotos Asdrúbal Perlas.