Inmediatamente de ocurrida la inesperada y sensacional muerte de Diego Lamas, sus correligionarios y especialmente los jóvenes que lo habían acompañado como ayudantes en la campaña revolucionaria de 1897, tomaron con empeño la tarea de erigir un monumento a su memoria.
El proyecto no ha sido abandonado, pero ha seguido una tramitación algo lenta que cesara ahora con motivo de las ceremonias cívicas que a su memoria se preparan. Entretanto, uno de los mas inspirados artistas nacionales, el joven escultor Felipe S. Menini ha terminado el boceto del monumento de acuerdo con las ideas de la Comisión que lo patrocina.
Según el boceto, el monumento tendrá la forma de un hemiciclo y en el centro de este un soberbio león, oprimiendo bajo sus garras unas palmas. Da idea del proyecto del señor Menini nuestro grabado en que aparecen en miniatura la base del monumento en yeso del gran león.
Publicado en Rojo y Blanco en el año 1901
Felipe S. Menini culmino su trabajo y el monumento fue inaugurado en el año 1935, (según la placa existente) colocado este en un inicio en la Av Garzon entre las calles Gral. Hornos y Emancipación. Con el paso de los años el monumento fue quedando rodeado de casas y se lo cerco con una reja. Creemos que en la década del 80 (no tenemos la fecha) el monumento fue traslado para su ubicación actual en la esquina de las calles San Quintin y Sta Lucia.
Ubicación original:
Vista de la antigua ubicación del monumento, tomada el 22 de Agosto del 2017 por Fernando Ramirez Modernell
La ubicación original del monumento marcaba el lugar donde Diego Lamas murió. Con el paso de los años las autoridades de la intendencia quizás no tomaron en cuenta realizar una pequeña plaza para poder mantener el monumento con margenes a sus costados y poder conservar su posición original. No nos parece mal la decisión del traslado que tuvo a su actual ubicación aunque perdiera su simbólico lugar ya que se puede apreciar el monumento desde todos los ángulos posibles.
Si bien ahora el monumento muestra un mantenimiento aceptable, el león sufrió vandalismos en varias oportunidades. La cola del león fue cortada y durante varios años lucio grafitis alusivos al fútbol.
Ubicación actual:
Ahora reproducimos una noticia publicada el 30 de mayo de 1925 por la revista El Oribista, donde presenta la noticia sobre la muerte de Diego Lamas:
La Muerte de Lamas
Eran las diez y cuarto de la mañana. El coronel Lamas volvía de paseo habitual, de su paseo de casi todos los días a Villa Colon. Montaba un caballo oscuro, de gran alzada, un hermoso caballo que le había sido regalado por el señor Enrique Anaya. Ese caballo no era manso, como se ha dicho. Mas bien era inquieto, asustadizo, indócil, aunque de cómodo y gallardo andar. Tanto es así, que ese caballo había dado lugar a mas de un afectuoso altercado entre el coronel Lamas y su hermano Gregorio. Este aconsejaba de continuo a Diego que no se fiase de su cabalgadura, a lo que respondía el estoico jefe revolucionario: -como tu te has educado en París, te dejas fumar por nuestro pobres macarrones criollos.
No era solo el señor Gregorio Lamas quien tenia al oscuro perverso mala voluntad. El peón encargado de su cuidado tampoco hacia buenas migas con el, hasta el punto de que hace muy pocas noches fue a decirle al coronel Lamas que no encontraba medio de lidiar con el caballo de la referencia.
– Vea, patrón, hoy no hallo manera de echarle al potrero. Se resiste el indigno, y la emprende conmigo a mordiscos y coces.
-Tu eres como Gregorio. No entiendes al oscuro.
Por desgracia quien no entendía al oscuro era nuestro querido coronel. El destino ciega, y nuestro heroico jefe, nuestro valiente amigo, amaba a su caballo, al caballo que debía causarle la muerte en plena juventud, en todo el esplendor de su gloria justísima.
Lo cierto es que a las diez y cuarto de la mañana del día de ayer, el oscuro se desboco al pasar frente a uno de los almacenes del Camino Nacional. ¿Se asusto el caballo? ¿El jinete, calzado de espolines, le hirió sin querer, en las sacudidas del galope? – Se ignora, pero el caballo paso como un rayo por frente al almacén, donde conversaban tranquilamente, en aquel instante, el propietario, Felix Badoc y los vecinos José Bernia y Antonio Copello.
Lamas, con las riendas en la mano izquierda, en la mano del brazo herido, y asido a la cabeceada de su montura con la mano opuesta, gritaba, en la vertiginosa huida de su corcel: -Atajen! atajen! mientras cerrando piernas, heridas con los espolines al animal cuya furia y cuya ceguera, estimuladas por el acicate, iban en aumento. Un vecino, Bautista Bidart, que pasaba a caballo por aquellos lugares, quiso detener el corcel de Lamas, ayudandole en esta empresa un peón caminero. El oscuro entonces se detuvo de pronto, sacando a su jinete de la montura, haciéndole girar sobre si mismo, arrojándolo al suelo, donde dio de cabeza, fracturándose la base del cráneo y muriendo pocos minutos después. El cuerpo había quedado pendiente de la montura, sujeto al estribo por uno de los espolines, siendo arrastrado cinco o seis metros en medio del asombro y del horror de los pocos espectadores que tenia esta escena. Estos acudieron a levantarle. El rosto presentaba su aspecto habitual.
Parecía dormido. Veiase impresa en el la sonrisa animatica y un poquito irónica que le conocieron sus amigos íntimos, sus amigos de vivac, sus amigos mejores. Esa sonrisa juvenil y alegre, era buena en el fondo. Los que saben lo que pasaba en su corazón, conocen el precio inestimable de aquella sonrisa. Vestía como en todas sus excursiones a caballo: saco gris, pantalón azul, bota de charol, sombrero de color café. El saco estaba manchado de sangre…
La muerte, compasiva, le hirió como un rayo.