La Pena de Muerte

Corrian los primeros meses del año 1901 y el futuro magistrado Julio Guani, recién recibido de Abogado, ya se interesaba por las cosas de nuestra Justicia. Es asi como, con otros amigos, deciden ir a presenciar el ajusticiamiento de un criminal, el penúltimo realizado en la República.

Consecuencia: hoy a 64 años de esa oportunidad el Magistrado ya retirado con más de 40 años de carrera, que cumplió sus 90 años con toda lucidez afirma: “Nunca me arrepiento bastante de haber presenciado el fusilamiento de ese hombre”.

Desde esa época al presente nuestro pais —que suprimió la pena de muerte en 1907— evolucionó, mejoró su legislación, modificó en varias oportunidades su sistema político, se dio nuevas y distintas Constituciones, pero el espíritu contrario a la pena capital, su firme rechazo de matar a un semejante como forma de hacerle espiar un delito, siguen firmes en todos sus habitantes y siguen firmes en Julio Guani, en noviembre de 1901 designado Juez de Paz de la Unión y jubilado hace 20 años cuando presidía la Suprema Corte de Justicia, luego de haber sido Juez Letrado en el interior, Juez de Instrucción y Fiscal del Crimen.

El Dr. Guani es quizás la única persona en nuestro pais que nos podría dar alguna referencia sobre la aplicación de la pena, por lo que le solicitamos una entrevista a la que gustosamente se prestó.

SIEMPRE FUE CONTRARIO

Puede afirmar, nos dijo, que si hubiera dependido de mi nunca se habría aplicado la pena de muerte. Considero que la sociedad no tiene derecho a disponer de la vida de una persona, no sólo porque el delito, en última instancia puede tener su razón de ser en la misma sociedad, sino porque el margen del error siempre existe y en el caso de aplicar la pena de muerte, podríamos cometer equivocaciones irreparables.

El Dr. Guani recuerda que en tres oportunidades le tocó intervenir como simple cuidadano —integrando el Jurado— en otras tantas causas criminales. Era en el Tribunal de Apelaciones presidido por magistrados de gran valer. En los tres juicios, nos dice Don Julio, voté en contra de la aplicación de la pena capital, a pesar de haber sido recomendada por el propio Presidente del msmo.

FUE UN PARRICIDA

Nos cuenta, luego, su impresión cuando presenció el fusilamiento, a principios de 1901. Fue por pura curiosidad nos dice. Nosotros agregamos que además, lo movía otro sentimiento, el de convencerse de que efectivamente odiaba ese acto. Y asi fue: nunca más lo pudo olvidar y se arrepentirá toda su vida de haberlo presenciado. Aunque sacó una enseñanza: ratificarse en su opinión.

Era un parricida que esperó trangüilamente los tiros. La impresión fue espantosa, no sólo en lo que tiene que ver con el hecho en sí, sino también en la manera de ser del criminal. Le tiraron tres o cuatro tiros —no recuerda con exactitud— y “aquí no ha pasado nada”. De igual modo quedó grabado en su retina, cuando un penado fue el que vendó los ojos al reo y en sus oidos cuando se dio la orden de fuego.

Pero lo que más preocupa a Don Julio es la posibilidad de que una equivocación lleve a cometer un error irreparable. Siempre, en toda mi actuación ya sea como Juez o como Fiscal tuve presente —nos dice— constantemente, que yo era falible como el que más y que de igual manera podían equivocarse los testigos, la policía, los técnicos, etc. Por eso, aunque la prueba fuera abrumadora, siempre existe una posibilidad de que la Justicia se haya equivocado. De ahí que si bien la sociedad castiga, lo hace para defenderse y de ser posible redimir al delincuente, pero de forma que —en caso de cometer un error— tener siempre la posibilidad de evitar, en parte, el mal cometido.

Hasta aqui el relato de D. Julio Guani.

EL ULTIMO FUSILAMIENTO

El 29 de setiembre de 1902 se cometió el último fusilamiento, matándose a dos reos. Ocho tiradores se apostaron frente a los criminales, mientras numeroso público presenciaba el acto. La pena se cumplió en Aiguá —Departamento de Maldonado— y, según versiones de la época, terminada la ejecución de la pena, el público rompió en aplausos y vivas. No se sabia, si era por la muerte o por la forma de comportarse los acusados.

Según el testimonio de un periodista presencial y publicadas con posterioridad en la prensa, uno de los reos lió con toda tranquilidad un cigarrillo mientras esperaba la orden de fuego y el otro se abrió el chaleco pidiendo que dispararan de una vez.

UN INDULTO

Si bien la última vez que se aplicó la pena de muerte fue en 1902, hubo otro caso en que la Justicia condenó a un criminal a morir, pero no se llegó a cumplir la pena, por haber sido indultado por el Presidente de la República. Fue en 1906. Ya, entonces, el Presidente que era Don José Batlle y Ordoñez había enviado un mensaje y proyecto de ley a la Asamblea General solicitando la derogación de la Pena de Muerte. Batlle se entera del fallo y solicita que se posponga la ejecución hasta que se considere el proyecto en el Parlamento. Pero, luego y apoyado en la ley la Constitución solicita que el expediente le sea enviado y resuelve indultar al reo.

Es interesante destacar que lo que movió al Presidente a pedir un nuevo estudio del caso fue la discordia del Presidente del Tribunal, doctor Luis Piera, posteriormente, primer Presidente de la Suprema Corte de Justicia creada en 1907. Así, con el aporte de la experiencia vivida por el Dr. Julio Guani y las versiones sobre estos dos últimos casos, hemos querido dar una visión de lo que ha sido la Pena de Muerte en nuestro país, en los últimos de su vigencia. Felizmente, desde 1907, el Uruguay ignora lo que es matar a un semejante por haber cometido un delito.

Al rojo vivo: semanario policial de los martes (1965)

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