«Pocos años faltan para que cumpla un siglo el «Molino del Galgo» que se levanta en la esquina de las calles Pan de Azúcar y General Timoteo Aparicio, constituyendo la más antigua construcción existente en la planta urbana de nuestra Villa.
Así escribía Eugenio T. Cavia en 1937 en una publicación que se llamaba «VILLA DE LA UNIÓN» y de la que eran colaboradores Juana de Ibarbourou. José L. Gomensoro, J. M Fernández Saldaña, Coronel Félix Etchepare. Eugenio T. Cavia. Blas S. Genovés y Luís Bonavita.
El tiempo ha pasado. Hemos recogido para este número especial dedicado a la Unión, distintas notas del lugar y como era natural fuimos hasta lo que fue hace muchos años, el Molino del Galgo. De allí obtuvo el fotógrafo su nota gráfica que ilustra la página.
Solo un recuerdo, pero queda. Ya pasó el siglo y esa ruina que hoy es reliquia, tiene 182 años. Es de 1839. Posiblemente, en sus soledades cuando el silencio se haga poncho
del misterio y el viento sea el mensajero de recuerdos, el molino, en sus ruinas, muela una pena de lejanía… Tal vez tenga una esperanza. Los hombres de 1953 lo han dejado como página de un libro que fue. Es enseñanza no dolor. Allí está, en el hueco de su cono trunco, ahuecando leyendas. Todos dejarán en él. una historia.
El viejo molino las molerá en la madurez de sus 182 años; sin ruedas, sin muelas, pero con tiempo… Es del pasado y va hacia el! porvenir, manteniéndose firme para no dar el brazo a torcer para que lo comprendan los que vendrán, para hacer detener a los que pasan de prisa y abrirles una interrogante. El molino, vacío todo, menos de historia. les explicará en silencio y seguirán los años carcomiendo los ladrillos, pero cargando al viejo molino, de hazañas y leyendas. Y seguirá moliendo su esperanza…
Está allí, ese recuerdo, en Timoteo Aparicio, rodeado ahora por construcciones que se levantan atrevidamente respaldado por un block de modernas viviendas económicas, signo del momento para una gran solución social. Pero el Molino del Galgo permanece en su tiempo; en lo que fue y no podrá ser más.
En la historia de la Unión queda su página de trabajo de hace 182 años, como manifestación de una empresa que tuvo repercusión en la industria de la lejana época.
Publicado en Mundo Uruguayo, 1953
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En 1832 un inmigrante catalán, José Pratt, construyó un molino harinero en la actual intersección de las calles Timoteo Aparicio y Pan de Azúcar. Desde ese momento lo que hoy es la calle José Antonio Cabrera fue conocida como el camino “que va al molino”.
El molino cambió de dueños casi veinte años después -lo compraron Lorenzo Cresio y Tomás Maggi- y más adelante tuvo otro propietario, Vicente Benvenutto, que construyó un segundo molino en el predio. El lugar pasó entonces a ser conocido como “los molinos de Benvenutto” o “los molinos del galgo”, paralelamente a un tiempo histórico de Guerra Grande en el que, decreto de Oribe mediante, el entonces conocido como “caserío del Cardal” –la actual Unión- tomaba el nombre oficial de “Pueblo de la Restauración”.
En esa zona nació en 1851 el político, poeta y novelista Eduardo Acevedo Díaz, que de niño jugaba cerca del molino y nos aporta la siguiente descripción en una de sus obras: “era un molino de viento, gran cilindro de material…no terminado por un casquete…sino por un cono aplanado de madera…que a su vez tenía por remate, coronamiento y veleta, un galgo de hierro, con sus pies en el vacío y la cola encorvada, todo pintado de negro y los ojos blancos. De los molinos molondros podía llamarse a éste el rey, aunque dependiese siempre de los caprichos del viento”.
Hoy el Molino del Galgo es el emblema de un proyecto social, cultural y deportivo que funciona con apoyo económico e institucional de la Intendencia de Montevideo. En verano se convierte en escenario de carnaval, mientras que durante el resto del año se practican allí deportes para el encuentro como kin-ball y tchoukball; además es sede de un centro juvenil que ofrece todo tipo de actividades para adolescentes.