En las semifinales del Campeonato Libertadores de América, del cual ha sido Peñarol uno de los más destacados participantes, ya que desde su iniciación ha estado presente siempre en las instancias finales del mismo, ha quedado decretada, en esta oportunidad, la eliminación de la prestigiosa entidad uruguaya.
En efecto, luego de haber logrado clasificarse en su serie, donde como único oponente tuvo al modesto equipo de Everest de Ecuador, debió dirimir frente a Boca Juniors, campeón argentino en la temporada anterior, el derecho a disputar con uno de los equipos brasileños,Santos o Batafogo que aún no han realizado sus cotejos, el título de Campeón Continental.
Las disputas realizadas entre los dos campeones del Rio de la Plata, resultaron en las dos oportunidades favorables a los intereses argentinos. En el primero de los enfrentamientos, llevado a cabo en nuestro Estadio Centenario, el triunfo de Boca se reflejó en las cifras finales de dos tantos a uno y en el encuentro revancha celebrado en “La Bombonera” argentina, nuevamente se impusieron los auriazules, esta vez por un tanto a cero.
De la primera de las dos confrontaciones, ya emitimos nuestra opinión, y en cuanto a la segunda instancia, debamos establecer que, en suma, la victoria de los oportunamente locales, tiene justificación. Y veamos por qué. En principio, los aurinegros, o mejor dicho la Dirección Técnica, a cargo de Bela Outman, entendió que había que tener en cuenta para la integración del equipo solamente los nombres y su brillante gestión de tiempo atrás, ignorando por tal concepto la real capacidad físico – atlética y hasta técnica de quienes fueran designados.
Así, se integró la delantera con un valor como José Sasía, que sin lugar a dudas no pasa por un momento propicio de su carrera y que resultó, en los dos enfrentamientos con los boquenses, un verdadero lastre para un conjunto. Lento, sin reflejos físicos ni mentales rápidos, se anuló a sí mismo y al resto del ataque que no encontró en ningún momento de los 180 minutos de juego un colaborador capaz.
Por otra parte, el juego entusiasta, vehemente, lleno de ansias de triunfo y nervioso de los aurinegros, contrastó con el desempeño sereno y tácticamente definido de su oponente. En Peñarol, se nota desde hace ya varios partidos, y en oportunidad de los cotejos con Boca Juniors. resultó desde todo punto de vista evidente, que se ha perdido en filas del Campeón Uruguayo todo lo lindo y práctico que colectivamente realizaba la entidad aurinegra. Ya no se realiza el juego de asociación que culminaba con profundas entradas de los delanteros. No existe coordinación entre defensa y ataque y tampoco entre los hombres de uno u otro sector.
Ahora se realiza un juego vulgarmente llamado de “campito” con corridas y jugadas individuales de sus integrantes y con una misma y única finalización de los ataques: “la pelota a la olla. Así ante defensas agrupadas y tácticamente bien plantadas, todos los intentos resultan frustrados. Mucho habrá de esmerarse quien tiene sobre sí la responsabilidad de las actuaciones del conjunto aurinegro para lograr en el actual Campeonato Uruguayo, la situación que le permita nuevamente alternar entre los campeones de América, tal cual lo ha hecho —reiteramos— desde la iniciación misma de tal competencia internacional.
El fútbol rioplatense estará presente otra vez en la final de tan importante competencia pero en esta oportunidad, por un conjunto argentino: Boca juniors.
Publicado en Mundo Uruguayo 1963