Angel Zanelli

El Nomenclátor municipal montevideano es una especie de dispensador de la justicia, pero en este caso no para entender en materia de faltas o delitos, sino sólo de méritos; y en la ocurrencia, también, tarda pero llega. Es así que la prensa del pasado mes de febrero (1959) nos trajo la noticia de haberse impuesto el nombre de Angel Zanelli a una calle del departamento de Montevideo.

Fue ésta la culminación de un largo proceso que comenzó oficialmente hace casi un siglo, el día 5 de julio de 1883, con la ley que mandaba erigir un monumento con estatua ecuestre en bronce a la memoria del general Artigas. Recién después de cuarenta años de aquella fecha, el día 28 de febrero de 1923, se inauguraba aquel monumento que se levanta majestuoso en la plaza Independencia; plazo sin duda muy largo, dilatado de año en año por causas de toda índole, entre éstas la primera guerra mundial. Numerosas fueron así las disposiciones que tomaron las autoridades nacionales que se sucedieron desde aquella primera y lejana iniciativa.

Consolidada la paz que puso fin a nuestras disensiones civiles, una ley de deuda pública de 23 de marzo de 1906 destina la cantidad de cien mil pesos oro para costear la erección del monumento; ochenta mil pesos había destinado la ley de 1883 que mandaba llamar ha concurso artístico, dentro y fuera del país. Con miras al emplazamiento del proyectado monumento, la ley de 22 de junio de 1906 dispuso proceder a la demolición del edificio en que había vivido y fallecido Joaquín Suárez, para colocar allí la estatua del Jefe de la Defensa que se alzaba en el costado sur de la plaza Independencia. El 10 de mayo del año siguiente —en otra etapa de este largo proceso— el gobierno, en el acuerdo firmado con el entonces departamento de Relaciones Exteriores, dicta un decreto que reactualiza la ejecución del monumento al prócer y llama a concurso entre escultores uruguayos y extranjeros para la presentación de bocetos; y con la finalidad de asegurar en el certamen, la concurrencia de artistas de renombre mundial, se cursan invitaciones a cinco de ellos. En esta nómina figurará el escultor italiano Angel Zanelli, quien, a la postre, después de laboriosa actuación del jurado, resultará el vencedor.

En el local de la fundición Angel Zanelli y Federico Chiurazzi (a su derecha) posan frente a la estatua, armada provisoriamente. Encajonadas las varias piezas el trayecto más corto hacia el puerto de Nápoles que han de recorrer los vehículos de carga pasa por una antigua arquería; pero para el cajón más voluminoso, la luz del arco es insuficiente, y habrá que rebajar parte de la mampostería para dar paso. (Foto Biblioteca y Archivo de Federico Grunwaldt Cuestas)

Había nacido Zanelli el 17 de marzo de 1879 en la localidad de San Felice del Benaco, próxima a la ciudad de Bréscia. Vencedor del Pensionado artístico nacional italiano por el cuadrienio 1904-1908, premiado en la exposición de Bruselas (1910), autor del friso munumental que ciñe el gran Altar de la Patria de Roma, Zanelli es ya un artista consagrado dentro y fuera de fronteras. Desde la época del pensionado ya había dejado su Lombardía nativa para establecerse definitivamente en Roma; y allí, en su gran taller ubicado en las afueras de la Porta Maggiore, emprende el estudio del boceto de Artigas. Extranjero al fin, a la par de otros concursantes, desconocedor de todo lo nuestro, no debe haber sido fácil para el artista el compenetrarse de la personalidad de Artigas, pese a que los participantes del magno certamen puedan consultar una memoria sobre el prócer, preparada a tal efecto por Juan Zorrilla de San Martín en cumplimiento del mencionado decreto de 10 de mayo de 1907.

En Montevideo, el 15 de marzo de 1915, se adjudica el primer premio del concursó al boceto N° 29 de Zanelli; el segundo, al N® 21 de Juan Manuel Ferrari y el tercer premio lo comparten los escultores españoles Antonio Cervero, Lorenzo Ridaura y Domingo Boni, con el boceto N° 17. Pero Europa está en guerra, a la que se suma Italia en mayo de 1915; un largo paréntesis se abre así en la ejecución del monumento. Termina la contienda, pero sus consecuencias obran ahora, y en 1920 habrá que reforzar la partida dispuesta para costear el monumento. Por su parte, Zanelli ha ido retocando formas y actitudes de su obra que comprende no sólo la estatua ecuestre, sino también el gran alto relieve; ha tenido también a mano la Leyenda Patria para la evocación directa de los arneses, estribos y espuelas orientales llevados por Garibaldi a Italia en 1848, que se conservan en el Museo del Risorgimento de Roma; material éste que había sido examinado ya por el escultor Emilio Gallón, autor del monumento al mismo Garibaldi que se levanta en el monte Janículo en la Ciudad eterna.

Después del barro, el yeso, el bronce. Zanelli se ha preocupado de ir acopiando el metal que escasea por causa de la guerra y cuyo pesó alcanzará las quince toneladas para la estatua ecuestre. Es ésta una contribución del artista al fundidor, aún sin participar de los desvelos de los maestros escultores toscanos y venecianos del 1400 y del Renacimiento, que a menudo aunaban su talento al virtuosismo y al saber fundidor, como en el caso de Benvenuto Cellini con su Perseo. Para su monumento, Zanelli ha elegido la casa Chiurazzi, cuyos talleres están ubicados en la localidad de Ponti Rossi, en las afueras de Napoles. De las coladas de esta antigua y prestigiosa fundición artística salieron para América varias obras monumentales, tales como los grupos alegóricos que adornan el capitolio de La Habana, el monumento al vizconde Caijru en Bahía, las estatuas del Instituto Nacional de Panamá, los bronces de Miguel Angel y de Bach para la Camegie Library de Pittsburg; y en Italia, las colosales cuadrigas que coronan el monumento al rey Víctor Manuel II.

La majestuosa figura de Artigas que Zanelli ha plasmado es digna de los maestros de la antigüedad y del Renacimiento, en lá representación dél modelo heróico del conductor de un pueblo. La cabeza descubierta, la sencillez misma del ropaje confieren a la figura aquel aire de nobleza, aquel atributo de perennidad estética, liberada dé toda limitación temporal y local; el héroe, con el sable al cinto, monta una recia cabalgadura, la única que cuádre a un hombre de armas. Catedrático de Escultura en la Academia de Bellas Artes de Roma, la resonancia de su monumento a Artigas le valdrá la ejecución, años más tarde (1929-1931), de los grandes grupos alegóricos en bronce para el Capitolio de la ciudad de La Habana, así como la figura monumental de mujer, de doce metros de altura, que simboliza aquella nación; y en 1939, el gran artista entrará a formar parte de la Real Academia de Italia.

Zanelli falleció en Roma el 9 de diciembre de 1942. De su gran bronce al prócer, que el Uruguay guarda orgulloso, diremos hoy, al estilo de Virgilio: Parthenops me genuit, Montevideo nunctenet.

Jorge GRUN WALDT RAMASSO
(Especial para ÉL DIA).

Calle;

 

, ,

Relacionado: