Una Noche de San Juan

Para evocar esta tradicional celebración, lógico es que nos remontemos a los últimos años del siglo 19. No es por cierto la época del auge mayor de tales fiestas, pero sí, un periodo en que todavía se festejaban y por cierto que con singular brillo, en el Cordón.

Una noche de San Juan

En el cordón de fines del siglo 19

Además, es de esa época, que datan versiones que gente amiga nos proporciona. Tiene así la evocación autenticidad. Magallanes y Colonia. Un 22 de junio. Se reúnen los pibes en esa tradicional esquina. Lo hacen sobre la acera, en que está instalada la marmolería Raffo, con sus puertas y ventanas de típica chatura colonial. Enfrente, en un edificio aún existente, el almacén de Aizpetia, el vasco servicial y por todos apreciado, y haciendo cruz con este, la carnicería de Don Felix D’Alesandro.

La típica esquina de Magallanes y Colonia escenario de la clásica «fogata’ Atracción de los pibes y motivo de evocación para los mayores.

Bullicio, gritos, emoción, colorido. Son los pibes que se aprestan a la celebración que culminará con la amplia hoguera, que la noche siguiente se hará en la típica esquina cordonense. Tras duro trajín y mientras se van apagando algunas luces de las casas familiares. Solo algunos parroquianos siguen en lo de Aizpetia. El vigilante, también hace ronda. Son casi las 12, minutos apenas faltan para que comience el día ansiado. El 23 de Junio. Los pibes duermen esa noche de prisa. Anhelan el nuevo día, para estar juntos otra vez y dar rienda suelta a sus más caros entusiasmos.

Pero el no pesara, se hace con gusto y basta… Ya los vecinos, personajes arraigados en el barrio, empiezan a comentar los festejos. Ellos también reviviran sus épocas infantiles. Por eso, sin quererlo se preocupan por los preparativos. Indican a sus hijos detalles que no conviene olvidar.

Son los Spatola, los Perna, los Guillama, los Vitureira, los Ottonello, los Gonzalez, los Faraceo, figuras enraizadas al Cordón, propulsoras de mil y un festejos y que en sus vastagos ven hoy la reiteración de sus viejas andanzas por la Plaza de Artola, cuando la circundaban una verja sencilla y estaba poco menos que cubierta por eucaliptus que le daban un aspecto por cierto original e incluso, no permitian que luciera la fuente, que desde el año 1871, ocupa majestuosamente su sector central.

Local que ocupará por muchos años en colonia y Magallanes el popular almacén de Aizpetia. Hoy el ya no existe, en su lugar hay un mini estacionamiento.

No bien se oculta el sol, toma forma la celebración. De un comercio vecino se lograron tres barricas vacías de yerba paraguaya. También algunas familias entregaron a los pibes, unos cuantos muebles viejos. Con ellos y el aserrín que regaló una barraca cercana, todo está completo. Son las 8. Hay silencio en torno a la esquina de Magallanes y Colonia. Los pibes, ansiosos de festejar la noche de San Juan, casi ni hablan. Forman un grupo compacto. Miran absortos. Ahora sus mayores, ultiman los trabajos. Son de cierto peligro y ello justifica que aquellos no intervengan.

De una casa vecina, ya formada la pila, donde se ven barricas, muebles viejos, papeles, aserrín, trapos y hasta un desvencijado maniquí de pasta, traen más madera. Es el último aporte para la gran fogata.

Tras observar que todo está bien e indicar que se guarde la debida distancia, dos vecinos, los más entusiastas, vuelcan kerosene sobre el promontorio. Estallan gritos y cantos… Los pibes impacientes intentan aproximarse, viéndose contenidos. De pronto, un fósforo hace que comience la obra destructora. Una gran llamarada ilumina el lugar y tras un prolongado silencio que súbitamente se hizo entre los presentes, emergen de nuevo voces y cantos.

La vieja plaza artola, oficialmente denominada «de los Treinta y Tres» (más  conocida como «de los bomberos») por cuyas proximidades, a fines del siglo 19 se realizaban con extraordinario brillo los festejos de San Juan.

Hay alegría, mucha alegría en la típica esquina cordonense. Mientras tanto dos nuevas barricas y varios trozos de madera, son allegados a la hoguera. Los vecinos forman compactos grupos y no cejan en su observación atenta, frente al vigor que cobra el fuego, que en minutos devora todo y lo convierte en cenizas.

Ha pasado casi una hora. La hoguera solo es perceptible por un leve y fino espiral de humo. Y el cruce de las calles Magallanes y Colonia, muestra sobre el empedrado sólo un manchón negro. Los pibes junto a sus mayores, próximos a sus casas, siguen dando muestras de alegría- Es otra noche, víspera de San Juan, que han festejado…

Mientras tanto, en lo de Aizpetin se encuentran reunidos muchos parroquianos y evocan también otras noches de San Juán. Son las que se celebraban también en el Cordón, pero diez, quince, veinte años atrás…

La noche es apacible. Los vecinos, pasado el esplendor de la celebración callejera, van reuniéndose en sus casas y junto a la mesa familiar, —como es tradición—, soportarán las cédulas de San Juan y San Pedro. Es el broche final. Después se hará la calma y al día siguiente, otra vez, la esquina de Magallanes y Colonia volverá a ser el punto de reunión de los pibes, que unas veces, junto a la puerta de Raffo y otras, en la de don Félix, darán rienda suelta a sus ilusiones, anhelando nuevas horas de bullicio. Es decir, otra nueva víspera de San Juan…

Revista Mundo Uruguayo, numero 1888, año 1955.

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