Hotel Pyramides

A fines del siglo XIX era una costumbre masculina parar en el Café de las Pyramides ubicarse en alguna mesa cerca de las ventanas y desde allí contemplar el discreto despilfarro de las pantorrillas de las damas subiendo al tranvía, que tenía parada en la esquina de Ituzaingó y Sarandí.

El café y restaurante se ubicaba en la planta baja del Gran Hotel Pyramides, uno de los primeros edificios de Montevideo destinados a alojar huéspedes como actividad comercial. Se trata de una de las construcciones más antiguas del entorno de la Plaza Matriz, cuyo aspecto se ha mantenido desde 1860, con escasas modificaciones. Es uno de los tantos edificios históricos de la Ciudad Vieja que amenazaban con desmoronarse cuando fueron adquiridos por grupos inversores españoles que recalaron en el mercado local a fines de 2003.

“Los compradores son extranjeros que llegaron escapando de la burbuja inmobiliaria española, a fines de 2003. Uruguay cumplía con varios requisitos indispensables para la inversión, entre ellos seguridad jurídica, el secreto bancario, estabilidad democrática, un pueblo amable y culto, de habla hispana y con una ciudad muy parecida a la de ellos”, sostiene Isidoro Kosak, director de una inmobiliaria que lleva más de tres décadas operando en plaza. “Como todos los cascos históricos del mundo, se convierten en lugares de mayor valorización, por su historia y por ser un recurso no renovable, son 50 manzanas y una vez que estén todas recicladas, el que quiera algo allí va a tener que pagarlo”, agrega.

Julio de 2005 marca un antes y un después en la historia de esta construcción. Hasta entonces, la esquina permanecía fantasmal y derruida, funcionando los últimos años como pensión barata. Fue entonces cuando Moreno Mazal Levy y Doña Matilde Fortuna Jabif –propietarios desde 1968- vendieron el inmueble a Gilberto Vázquez Alonso, los actuales dueños. Al año siguiente el estudio de arquitectos “Carlos Siccardi y Asoc.” trabajó en el reciclaje de la fachada, que hoy luce impoluta y ya no amenaza con desprender mampostería en la cabeza de alguien. Claro, un futuro benévolo para el edificio, pero también implacable, y allí donde los hombres clavaban sus miradas indiscretas en los tobillos de las mujeres que subían al tranvía, hoy funciona un moderno local de Burger King.

“Una habitación que revienta de pesados muebles victorianos, plantas de palma, carpetas y cortinados de pana roja, así como de tiras de papel engomado colgadas del techo para atrapar las abundantes moscas. En foro hay una cama doble con mosquitero, entre dos ventanas. A la izquierda, junto al proscenio, una puerta que da al corredor del hotel, y junto a ella una cómoda de caoba sobre la que descansan una palangana y una jarra de loza blancas.”Así describe un cuarto del Hotel Pyramides, el escritor Arturo Despouey en “Zaraza para la Banda Oriental”, una viñeta de la vida en el Uruguay de 1877, tres años después de la inauguración del hotel.

Las primeras construcciones existentes en la esquina de Ituzaingó y Sarandí datan en la planimetría de 1777, aproximadamente. En 1830 no existían hoteles de relevancia en Montevideo, a lo sumo fondas que daban albergue a viajeros. “La creciente actividad del puerto hizo que Montevideo necesitara de hoteles y lugares de alojamiento. Si en los primeros tiempos -y siguiendo con una costumbre que se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX- las familias alquilaban habitaciones a huéspedes, comienza a verse, ya a principios de la Independencia la aparición de un nuevo sector de la economía: el hotelero”, afirma Ernesto Beretta, investigador y docente de Historia del Arte de la Facultad de Humanidades.

Las escrituras de la propiedad –originalmente de una planta- perteneciente a Don Romualdo Hinero y heredada luego por los Inchauspe son un verdadero libraco escrito casi en su totalidad a mano, con tinta y caligrafía tan rebuscada como ilegible.

En diciembre de 1856 se asienta el permiso de construcción del edificio con dos plantas y en “La República” del 29 de julio de 1858 se informa sobre la inauguración del Café y Hotel Les Pyramides, en la esquina de la plaza Constitución.

Pocos años después, en “El Siglo” del 13 de julio de 1867, se reseña la apertura del Hotel Cosmopolita, ex “Café Les Pyramides” y en 1874 –informa Horacio Arredondo en “Civilización del Uruguay: aspectos arqueológicos y sociológicos, 1600-1900- se inauguró el Gran Hotel Pyramides.

La apertura en 1865 del Hotel Oriental, una soberbia edificación de estilo clásico, con pilastras de orden colosal corintio en sus fachadas, dotado de todas las comodidades de entonces; y la del Pyramides pocos años después, con su restaurante protegido por portadas de hermosas vidrieras coloreadas, son un síntoma del espíritu cosmopolita y europeizante que experimentaba Montevideo.

Hay quienes afirman que el Hotel Oriental superaba en lujo y comodidades al Pyramides, pero algunas crónicas de la época dejan suponer que ambos se disputaron el prestigio a lo largo de algunas décadas.

El Pyramides ofrecía cercanía con los tres principales teatros de la capital: el Solís, el Alcázar Lírico y el Cibils. También de las dos arterias más importantes de la Ciudad Vieja, Sarandí y 25 de Mayo, con sus negocios y animada vida nocturna. A pasos del Club Uruguay -principal centro de sociabilidad de los sectores adinerados-, del cabildo y de la catedral. El local se convirtió en un punto de referencia de la sociedad mundana, asidua concurrente a todas estas diversiones, como refleja un aviso de La Tribuna de julio de 1873: “A pedido de nuestros amigos, el establecimiento quedará abierto hasta después de las funciones teatrales, sirviéndose cenas al gusto de los mejores gastrónomos… Hay salones particulares.” Beretta señala que el detalle de los gabinetes particulares relaciona al restaurante con las más modernas modalidades europeas. Eran pequeñas habitaciones o apartados, amueblados con mesa, sillas y uno o dos sofás, donde grupos de amigos o parejas podían tener una velada más íntima que en el bullicio del salón general.

“Me han dicho que el Hotel des Pyramides es mejor, aunque más pequeño, pero se encuentra cerca de la catedral y el descanso de los viajeros suele ser fácilmente molestado por el ruido del reloj y el sonido de las campanas, llamando a los primeros servicios religiosos”, detallaba en 1891 George C. Morant, un huésped del Oriental cuyo testimonio fue rescatado por Rossana Di Segni y Adela Pellegrino para la Colección “Fuentes para la historia social y económica del Río de La Plata”, de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UdelaR.

Se estima que el esplendor del Pyramides se extendió como máximo hasta 1910. A juzgar por las tarifas publicadas en algunas guías para viajeros de la época, es posible apreciar que ya era un hotel de categoría intermedia: mientras los más costosos cobraban entre $4 y $10 la noche y los más baratos entre $1 y $2,5; alojarse en el Pyramides costaba entre 3 y 5 pesos la noche.
En 1913, las escrituras señalan una ampliación. Se supone que fue entonces cuando la construcción de un tercer piso ocultó el típico mirador que tenía el edificio y le agregó el pequeño balcón circular que corona hasta hoy la esquina del inmueble.

FUENTE: http://angeldelaciudad.blogspot.com/2009/07/hotel-pyramides.html

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