London París

Al “69, rué du Chabron”, cuando París era literalmente una fiesta. Allí, Pedro J. Cásteres, un uruguayo hijo de inmigrantes franceses, estableció en 1907 un escritorio que se encargaría de las compras necesarias para abastecer una tienda que planeaba inaugurar en montevideo. Durante el transcurso de medio siglo -con una única interrupción a causa de la Segunda Guerra Mundial- esa oficina fue el cuartel general de sus distintos encargados de compras del London-París.

El comercio abrió sus puertas en marzo de 1908 en la esquina de 18 de Julio y Río Negro, ocupando parte de un edificio perteneciente a la Compañía de seguros Standard Life, construido por el arquitecto inglés John Adams. Casterés había sido durante años el encargado de compras para una empresa mayorista, por lo cual viajaba con frecuencia a Europa. Allí concibió la idea de instalar en Montevideo una tienda con características comerciales más vanguardistas que las ya existentes.

Desde un comienzo, en el London-París se fijaron directivas que debían ser seguidas al pie de la letra: ventas rigurosamente al contado, devolución del importe de todo artículo que no agradara y bajo ningún concepto, la realización de liquidaciones, ni de ventas extraordinarias.

A partir de 1914 se comenzó a editar un catálogo semestral conteniendo una descripción detallada de los artículos a la venta con sus respectivos precios. Por tanto, éstos se mantenían inalterados durante ese lapso. La publicación era enviada “de modo gratuito a cualquier hogar del interior del país”, según se establecía en el catálogo..

De mercería a magazín

Desde el momento de su inauguración la empresa obtuvo logros económicos remarcables. Casterés fue incorporando, en sus viajes de compras, nuevas mercaderías que fueron convirtiendo a la tienda y mercería de los primeros años, en un comercio que terminó vendiendo los más sofisticados artículos al mejor estilo de gran magasin de París. Aun durante el periodo 1914-1918, Casterés continuó sus travesías a Europa, EE.UU. e incluso a Japón, en busca de nuevos artículos para abastecer las diferentes secciones de la tienda. Juan P. Tapie, mientras tanto, se encargaba de la administración general de la empresa en Montevideo.

El aumento de las ventas llevó a la expansión edilicia del London-París. La primera ampliación, al alquilar los tres pisos de un edificio anexo. Pocos años después, en 1924 ya ocupando Tapie la titularidad de la empresa, fue comprado el edificio a la compañía de seguros, obteniendo así 5.447 metros cuadrados de edificación. Desde alli en más las ampliaciones fueron continuas, llegando en la década del cincuenta a ocupar 21.00 metros cuadrados edificados en seis pisos y dos subsuelos. Estos se conectaban a través de amplias escaleras de mármol y de ocho grandes ascensores con puertas metálicas y espejos. Jóvenes ascensoristas uniformados de azul, anunciaban los diferentes pisos y las respectivas secciones.

Además de las clásicas secciones de Sastrería de hombres, camisería, confecciones para señoras, bazar, perfumería y Zapatería -donde había una máquina de rayos X que permita verificar si el talle que se probaba era exactamente el adecuado-, el London contaba con otras más específicas: de artículos religiosos, de tapicería, de deportes e incluso de atuendos para el hombre de campo.

Quien entraba al local de 18 y Río Negro podía encontrar en él una cantidad de mercadería que por su diversidad bien podría compararse con la que hoy se ofrece en un shopping center. El local por Río Negro ocupaba toda la cuadra hasta llegar a pocos metros de la calle San José. Por la Avenida 18 Julio se extendía cincuenta metros, incluyendo terreno donde actualmente se encuentra la galería de London. Por la calle Paraguay estaban los depósitos, que al igual que la tienda, ocupaban seis pisos, o sea que cada sección disponia de todo stock en su propio piso.

Se aceptan devoluciones…

En este enorme edificio trabajaban en la época de mayor actividad más de mil empleados. Era política de la empresa tomar personal joven y en lo posible sin experiencia. Todo empleado recibía al ingresar un manual donde se especificaba las normas de conducta a cumplir. La personalidad meticulosa y detallista de Juan Tapie era perceptible en cada detalle del London París.

Por lo general, los empleados permanecian muchos años en la empresa. La plana mayor de la tienda estaba constituida por antiguos empleados que, en la mayoría de los casos, habían ingresado ocupando los cargos de menor jerarquía.

London fue también pionero en otorgar aguinaldo, cuota mutual, vacaciones pagas y otros beneficios sociales a su personal. Quien compraba en London -tanto en sus mostradores como desde su domicilio- sentía que lo estaba haciendo en una empresa preocupada en hibir la mayor seriedad comercial. Un cliente podía por ejemplo ir a la sección escolar y comprar algo tan simple como un cuaderno y al pagar, solicitar que se lo enviará a cualquier parte de la ciudad sin costo adicional. La mercadería era entregada en no más de dos horas. Para quienes no vivían en Montevideo la tienda tenía una sección catálogo que se encargaba de los pedidos del interior de la república. Los pedidos se enviaban por correo, ferrocarril, ómnibus e incluso, en la última etapa, por vía aérea a través de Pluna, que en aquellos tiempos volaba a varias capitales del interior.

Otra norma de la empresa, quizás la más característica, era que cualquier cliente podía -previa presentación de la boleta-, devolver el artículo comprado y solicitar el reintegro del dinero. Son innumerables las anécdotas acerca de las devoluciones. Una de las más repetidas por los ex-empleados, es la del vestido de novia encargado especialmente a medida. Fue devuelto meses después de haber sido comprado, aduciendo que la boda no se había llevado a cabo. La empresa devolvió el importe. Tal vez alguna septuagenaria montevideana ignore que el día de su casamiento portó un nuevo vestido de segunda
mano.

El día D…

La tienda no varió su política durante toda su vida comercial. Hubo sin embargo una excepción, que fue casi definitiva. En efecto, fue en 1963, motivado entre otras cosas por los cambios que sufría el país, que el directorio de la época presidido por Juan Arricar(h) decidió llevar a cabo una reestructura para adecuar la empresa a los tiempos modernos. Se iniciaron Tratativas para instalar una sucursal bancaria y de ese modo ofrecer la posibilidad de financiar las compras. Además, se agregó una Sección Supermercado en la planta baja por la calle Río Negro. Como primer paso se puso en marcha un relevamiento de todas las existencias de la firma con la intención de hacer una venta extraordinaria que permitiera renovar el stock. Esa venta fue promocionada en los diarios, las radios y la T.V., lo que implicó abandonar dos principios sustanciales de la empresa: nunca se había hecho publicidad ni liquidación de ningún tipo. La Multi -así se llamó a esta suerte de liquidación, eufemismo mediante- comenzó el 1 de julio de 1963 y duró quince días. El primer día entre sesenta y cien mil personas -según la prensa de la época- se concentraron desde tempranas horas en las inmediaciones del London-París. A las diez de la mañana el comercio abrió sus puertas. El público se abalanzó sobre la entrada provocando destrozos que hicieron necesaria la intervención oficial. Dentro de la tienda se instaló una cabina de radio desde la cual un locutor intentaba ordenar la circulación de los clientes dentro del local. No sólo la prensa uruguaya informó de estos sucesos: hasta el New York Times dio cuenta que la liquidación de una tienda en Montevideo “había detenido el tránsito».

Durante la última semana de junio a través de los canales de TV, se oía una voz en “off” anunciando “la llegada de la Multi” sin proporcionar ningún otro detalle. Algo similar ocurría también en diarios como en radios. Recién el 28 de junio, a través de la cadena Andebu, fue por fin desvelada la incógnita. Se trataba de una “multiventa, multiconveniente del multistock» de la tradicional tienda montevideana. Sin bien era a todas luces una liquidación los responsables publicitarios fueron meticulosos en omitir la palabra. Esta “campaña de expectativa” fue ideada por Carmelo Imperio quien es, aún hoy, un referente para los publicitarios.

La publicidad fue tan efectiva, que el stock destinado a la venta se agotó en los dos primeros días. A partir de ese momento, la empresa resolvió realizar -con dudoso criterio comercial- notorios descuentos en mercadería que inicialmente no estaba destinada para la venta durante la Multi. Algunos comerciantes, usufructuando esos descuentos, surtieron sus propios establecimientos a precios incluso inferiores al costo. Sin duda, esta decisión de mantener la tienda en régimen de liquidación durante los quince días anunciados -una ética comercial difícil de entender- contribuyó a la descapitalización de la empresa. Un hecho que generó múltiples suspicacias y que todavía hoy es motivo de conjeturas entre memoriosos montevideanos. “Destrozos, policías y compradores en la espectacular batalla del London”, tituló El Día la mañana del 2 de julio, debajo de un colgado que calificaba la jornada como “El día D de una tienda». Paradoja mediante, menos de dos años después, se comprobó que había sido su propio Waterloo*

*(Días después de terminada la Multi-desde las páginas del Catálogo Primavera-Verano 1963/64 se anunciaba que por causales de dominio público, (sin duda se referían a la inflación) la empresa London-París S.A abandonaba la norma de mantener los precios publicados en sus catálogos durante la vigencia de los mismos. Aparecido en el segundo semestre de 1964, el N°100 fue la última publicación de una serie que había comenzado cincuenta años atrás. Meses después el London-París bajaba para siempre las cortinas.)

Aaron Hojman

Una sucesión suicida.

Todo el que me ayude a ganar, ganará… Esto no se hereda, se gana y tendrán derecho a ello aquellos que colaboren en el éxito de la obra. Una suerte de axioma repetido hasta el cansancio por Pedro Casterés- fundador de London-París-, el cual se transformó con el tiempo en una efectiva norma de la empresa.Y no obstante no estar contemplada en los estatutos, supo ser cumplida por los sucesores hasta pocos años antes del cierre del
comercio.

Al morir Casterés en París, su viuda, Juana Grapinet -respetando la voluntad de su esposo, según señala el libro editado por la empresa con motivo de su cincuentenario-, decide crear una nueva razón social, London-París Tapie y Compañía. El propio Tapie, quien hasta entonces se desempeñaba como gerente administrador, pasa a tomar la responsabilidad de la nueva sociedad, acompañado de Marcos Siri -otro antiguo empleado de la tienda- como socio responsable. Asimismo, Juana Grapinet pasa a ser socia comanditaria, con el compromiso de desprenderse de sus derechos en la sociedad, en un lapso no mayor de cinco años, le reintegrará sus haberes de acuerdo al valor que tenían a la fecha de la muerte de su marido.

La estética de Occidente a través de cincuenta años de catálogos del London-París. Tapie y su socio Siri -quien se suicida en 1935- mantuvieron el criterio del fundador y continuaron dando participación en la empresa a los empleados más destacados. En 1946 otro suicidio conmueve a la empresa: se quita la vida Juan Tapie durante el receso de Semana de Turismo.(Según algunas versiones, la madre de Tapie, de nombre Carmen Piñeyro, se habría también suicidado al término de una recepción en su estancia próxima a San Ramón).

En 1946 entonces, pasa a ser el principal de la empresa el gerente general Juan Bernardo Arricar -otro antiguo empleado de la tienda-, quien había ingresado a la firma como cadete. Se resuelve suprimir la sociedad colectiva y se crea London-París S.A. cuyos accionistas son los principales funcionarios del comercio. Juan Bernardo Arricar fue presidente del directorio hasta su muerte que, rompiendo la trágica cadena de suicidios, se debió a causas naturales. Lo sucede su hijo, de poco más de treinta años de edad y con una corta experiencia en el London nunca antes la conducción de la tienda había sido trasmitida por vía sanguínea. También fue la última. En menos de un lustro, London-París dejó de existir. 

El London-París de Plaza Independencia

En 1920 Pedro Casterés, durante una de sus habituales estadías en París, entabla vínculos con el Arq. Mauricio Cravotto quien en ese entonces tenía 27 años y vivía en Francia, encargándole que bosqueje un proyecto de un nuevo local para el London-París. La idea era construir un edificio de varios pisos que sería destinado totalmente al uso de la tienda. Es de suponer que Casterés -vislumbrando una etapa de crecimiento- ya pensaba en un local de grandes proporciones, para sustituir el que entonces alquilaba en 18 de Julio y Río Negro. El predio considerado en aquel momento para el nuevo edificio, era la esquina de la Plaza Independencia donde funcionaba la confitería La Giralda, donde, tres años antes, Gerardo Mattos había estrenado La Cumparsita.

En octubre de 1920, cuando Cravotto había empezado a diseñar en París los primeros bosquejos del proyecto, Casterés fallece por causas que se ignoran, en un hotel de la capital francesa. Mientras tanto, en Montevideo los hermanos Salvo -notorios industriales textiles de la época-, compran el local ocupado por La Giralda con la intención de construir allí un gran edificio. Con ese fin llamaron a un concurso de proyectos -al que curiosamente Cravotto también se presentó- el que fue ganado por el arquitecto milanés Mario Palanti. Este edificio -que durante un largo periodo fue la estructura más alta del mundo en hormigón armado- se constituyó en otro símbolo de Montevideo: el Palacio Salvo.

(En 1924 el London-París, bajo la conducción de J.Tapie, compró a la compañía de seguros Standard Life el edificio de la esquina de 18 de Julio y Río Negro en cuya planta baja y subsuelo la tienda había funcionado desde su inauguración. Durante los siguientes cuarenta años el edificio y sus anexos fueron ampliados hasta alcanzar 21.000 metros cuadrados edificados.

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