Nacional 0 – Peñarol, todo

Hubo una vez, el martes de noche, un país llamado Uruguay que no pudo, ni quiso dormir, porque su equipo de fútbol más querido y arraigado, Peñarol, acababa de clasificarse campeón mundial. Fuera de ese país, chiquito y callado, nadie más podía participar, ni comprender esa alegría enorme.

Pero el paisito escondido, sí, porque se conocía a sí mismo, y sabía que el triunfo de Peñarol era el triunfo de su propia gente sencilla y buena, que vive y sufre al ritmo de sus equipos de fútbol favoritos, que tiene en la gramilla, el escape de sus pasiones apretadas toda la semana en las cuatro paredes de su trabajo, el olvido de sus problemas, el descanso de sus fatigas. Por eso nadie quiso dormir esa noche. Por eso, aquel martes, el pequeño país, humilde y tímido, cambió su nombre y esa noche, sólo por esa noche, se llamó Peñarol.

Nacional, 0 Peñarol, todo

Jugaron a puertas cerradas, a boleterias cerradas, con mas de 70.000 hinchas en las tribunas del estadio. pudo parecer excesiva la esperanza de esos tamboriles peñarolenses que, al cuarto de hora de comenzar el partido, ya sonaban centenario afuera. Peñarol es, ahora, aquí, el elegido de los dioses, por muchas mas cosas que el persignarse ritual del golero Maidana antes de empezar los partidos. Para culminar la semana que lo vio Campeón Intercontinental y millonario en las recaudaciones, lo esperaba su condición de locatario (socios entran gratis cuando las puertas están abiertas, rompen tarjetas cuando las encuentran cerradas) y una tarde esplendida para enfrentar a nacional. A un nacional que a los diez minutos de empezar el partido (y con un cabezazo de Spencer en contra) no podía fomentar mucho optimismo ni en el mas asoleado de sus hinchas de la olímpica.

Maidana siempre estuvo atento frente a unos delanteros que actuaron a veces como atacantes (sin empuje), otras veces como defensas (con mas empuje), ya veces como nada. Aquí se le va la pelota, pero fue la única vez.

Los que ganaron:

Maidana: No tuvo errores ni vacilaciones Sacó tal vez demasiadas pelotas con el puño, pero ese es un recurso obligado cuando el cuadro contrario cree que el centro es el único camino del arco (y a lo mejor cuando no se tiene mucha confianza al back derecho). Tuvo, además, algunas atajadas brillantes las contadas veces que los delanteros de Nacional no llegaron al área cansados. Entre sus mejores méritos, se cuenta el no haberse dejado dominar por el azareo cuando en los minutos finales, los tricolores atacaron tan vehemente como alocadamente.

Gonzalez: Para marcar a Escalada, le sobró con estarse quieto y esperar que el puntero de Nacional se estrellara contra el. Cuando Escalada se corrió al centro (no para entrar al área. ni para pasar de centro delantero sino, inexplicablemente, para centrear desde mas cerca) también logró dominarlo. Cerca del final fue expulsado por intercambiar tacaños en el suelo con Petronilo Acosta, que no se sabe bien qué andaba haciendo por la punta izquierda.

Martinez: Marcó rígidamente a Rodrigo con casi invariable éxito. Cuando salió fuera del área, su zona critica lo hizo con firmeza. Frente a el tuvo a un centro delantero que jugó de espaldas al arco, y a dos éntrenlas que entendieron que su misión empezaba en el área grande de Nacional y terminaba a la entrada de la de Peñarol.

Cano: En el primer tiempo fue a marcar a Oyarbide bastante lejos de su sector y quedó en blanco con alarmante frecuencia. Luego retrocedió y se reintegro a ese bloque defensivo macizo que ha creado Scarone. Cuando se resignó a ser uno mas fue cuando realmente se destacó.

Aguerre: Petronilo Acosta pretendió toda la tarde hacerle el mismo esquive, trayendo la pelota pegada a la linea y volcándola bruscamente hacia el otro lado. La intención fue infantil y a los cinco minutos, ya Aguerre sabia que iba a tener una tarde fácil. Se limitó a seguir a Acosta, cuando éste junto con los otros cuatro delanteros se internó (amontonó) por el centro y basado en su confianza, compartida por todo el público, se adelantó lo mas que el bloque defensivo de Peñarol permite el estiramiento sirviendo pelotas con precisión.

Goncalves: Héctor Rodríguez intentó marcarlo, como ya había hecho repetidas y exitosas veces (ver biografía de Salvador) Pero Goncalves tuvo ingenio y habilidad como para invertir los papeles y marcar él a Rodríguez cuando éste llegaba, gambeteando cansadamente hasta el área grande de Peñarol: además, le sobró cerebro como para dominar el centro del campo (no su sector, como Elíseo Alvarez), alimentar continuamente a sus delanteros y no perder nunca la calma.

Ledesma: Jugó en la punta de un cono defensivo, con la misión de ser la primera contención de la delantera de Nacional, a la que molestó continuamente y no dejó armar. Pero además tuvo energías como para pesar en varias oportunidades dentro del área tricolor. A estas horas. Héctor Rodríguez debe estarse preguntando todavía cómo logró hacerlo

Cubilla: De nuevo desconcertó a público y compañeros porque nadie supo en ningún momento, ni siquiera él mismo, qué iba a hacer con la pelota. No tuvo, ni tiene, un patrón de juego definido como para ser una pieza dentro de un engranaje.

Sasia: Jugó (a ratos) y fue marcado alternadamente por los dos Alvarez (a ratos). Con la pelota en los pies, le salieron siempre todas las gambetas excepto la última. Armó su ataque con su lentitud habitual y un cabezazo suyo que pegó en el palo fue la mejor jugada de la tarde.

Espencer: Cuando entró al área chica se encontró con Troche, un hombre que no «pica’’ en los amagues, tiene gran sentido de recuperación, no juega en Benfica y es titular de la selección nacional. Hizo un hermoso gol de cabeza saltando absolutamente solo. Cuando transitó por las zonas previamente despejadas, lo hizo con velocidad y peligro.

Joya: Puso voluntad y espíritu de lucha, algo que parece aprendió en los partidos con el Benfica. Frente a una defensa que en ningún momento “apretó», corrió se desmarcó con frecuencia y entró al área. Es difícil que Juegue mal una pelota. Pero más difícil, es que la pelee.

Los que perdieron

Solimando: Generalmente miró el partido. También miró tres pelotas, porque otra cosa no podía hacer: cuando el gol de Spencer, el cabezazo perfecto de Sasía que dio en un palo y el tiro de Joya que sacó Troche de la línea del gol. El resto fueron descolgadas fáciles o nervios solitarios ante el mareo de sus compañeros.

Mendez: Es desprolijo. A veces parece que sabe: marca con oportunidad e intenta llevar. En otras es ingenuo hasta en el momento más abúlico de Joya y cuando avanza cae en la hipnosis general de los tricolores: suponer que todo se puede hacer corriendo con la pelota hacia la parte céntrica del área penal adversaria y suponer que allí sirve para algo el pase corto al compañero más comprometido por la marcación o el centro corto y alto.

Troche: Esperando en el área, bastante hábil, sobre todo en el cruce al adversario que intenta la infiltración. Cuando quiso salir a romper juego fuera de su zona habitual, se desdibujó y más aún suponiendo que sus quites largos, imprecisos, podían encontrar alguna vez un compañero en la zona media del campo (ver Rodríguez, Héctor).

Alvarez Emilio: Anduvo aquí y allá. Generalmente eatuvo solo, más atrás de Troche inclusive, otras marcando a Spencer o SasÍa, otras fluctuando entre los dos. Tiene la suficiente habilidad personal como para disimular durante noventa minutos esa indecisa ubicación sale bien parado si se le enjuicia individualmente, pero el desierto en la zona donde debió armarse el juego defensivo y ofensivo de Nacional tiene en él a uno de sus responsables (ver Rodríguez, Héctor).

Origoni: Sabiamente prefirió la espera frente a Cubilla, convencido con acierto de que los problemas que Cubilla plantea, el mismo Cubilla los soluciona. En el segundo tiempo, cuando su marcado recordó que sus esquives pueden servir para algo, tuvo algunos problemas. Desde el costado comprende que ya allí el juego se puede abrir y buscó la posibilidad de Escalada, no es culpable de lo que ocurría después…

Alvarez, Eliseo: Es un volante clavado, volante derecho, además. Navegó solitario por un largo campo y pudo haber pagado las culpas de otros a pesar de eso se defendió muy bien y mantuvo estilo e intenciones a todo lo largo del partido. En el primer tiempo volcó el Juego sobre Petronilo Acosta (él no es quien elige a Acosta como puntero del primero de Nacional), también intentó la construcción con Héctor Rodríguez y con Oyarbide; pocas veces le contestaron. Sólo descansó cuando Alvarez. Emilio, se adelantó (por siete minutos) en el segundo tiempo. Hizo todo lo que se podía hacer… y tuvo cerca a Goncalves.

Acosta: Jugador para hinchadas emotivas. No es hábil en el desmarque, ni regular en sus centros, ni incisivo en las entradas. Sostiene la tesis trabajosa de demoler obstáculos en lugar de dejarlos de lado. Es fervoroso, es entusiasta, no es un jugador para el primero de Nacional. Ademas lo expulsaron luego de un breve combate con Edgardo González.

Oyarbide: En el primer tiempo consiguió dejar a Cano al costado de su camino con alguna frecuencia, con cierta facilidad; pero después hablaba a un sordo «su derecha, a un vació a su izquierda y allá lejos a un animoso brasileño metido en un bloque de camisas aurinegras. Sabe, pero (todavía) necesita que lo ayuden, que haya alguien que le sirva de escalón para llegar a área. Cuando lo tiene que hacer solo, enfila hacia el área penal adversarla y allí desaparece.

Rodrigo: Esta es la cita, Ia obsesión que tienen los delanteros tricolores en el centro del área penal contraria. Más que llegar al gol quieren llegar a Rodrigo para confiarse a sus manos (a su cabeza). Pero Rodrigo, que es fuerte, que es simple, que no sabe parar la pelota y en esa maniobra pierde siempre un metro, estuvo todo el partido de espaldas al arco de Peñarol, a veces atrás de Wllliam Martínez, tal vez emocionado ante los vanos intentos de tanta gente afanada en buscarlo.

Rodríguez: Cuando terminó el partido se dirigió al túnel explicándole algo con gestos descorazonados a Roberto Porta. Era el marcador indicado para Goncalves y nunca pudo marcarlo porque ése es un arte que a veces sale y a veces no, y que tiene algunos secretos más que pararse cerca de la victima elegida. Cuando sacaba Peñarol estaba demasiado atrasado: también cuando la pelota venia de su área. Con la pelota en sus pies inició carreritas después de un primer esquive feliz; siempre encontró otro obstáculo más que cortara sus promisorios comienzos… y a volver al centro para ver de al lado a Goncalves.

Escalada: Insólito, tenazmente insólito. Si el marcador le muestra la linea de toque, él intentará irse por ahí (afuera): si consigue internarse hasta cerca del área peñarolense. levanta un centro corto para mayor estatuarla de William Martínez; si tira compra un número de lotería. No comprende que llegando al extremo lateral del campo adversario es mejor un intento de pase rasante hacia atrás (o un tradicional centro) que ese confuso arremolinarse con la pelota y los pies del adversario en el que insiste. Además (ver Rodríguez, Héctor) lo dejan solo con sus entusiasmados problemas.

Publicado en la Revista Reporter en 1961

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